((**Es3.152**)
-Santiago, Antonio...
->>Cómo estás? >>Estás bien?
-íSí!
->>Cuántos años tienes?
-Nueve, diez, doce...
->>Y eres bueno?
El chiquillo hacía un mohín.
->>Viven tu padre y tu madre?
-Sí.
->>No hay nadie más en tu casa?
((**It3.185**)) -Sí, mi
abuelo.
->>Tienes hermanos y hermanas?
-íSí!, -y le indicaba el número-.
->>Quién es el mejor, tú o ellos?
-íYo!
->>Están bien tu padre y tu madre?
-íSí!; -o bien-: -Mi padre está enfermo.
->>Y tu abuelo es joven todavía?
-íNo, es viejo!
->>Serías capaz de hacerme un recado?
-íSí!
->>Te acordarás?
-íClaro que sí!
-Cuando vuelvas a casa saludarás a tu abuelito
de parte de don Bosco; toma esta medalla, se la
das a tu papá y le dices que es de parte de don
Bosco.
Y el chiquillo corría a su casa la mar de
contento por tener un recado que dar, y el anciano
abuelito, el padre, la madre, quedaban gratamente
sorprendidos por un saludo tan inesperado. Si las
medallas eran para toda la familia, como sucedía a
menudo, se hacía la distribución con mucha
alegría. Cuando don Bosco volvía a pasar delante
de sus casas, salían todos para agradecer sus
saludos y su bondad. Don Bosco se entretenía
hablando con ellos, les exhortaba a enviar a sus
hijos a la catequesis y decía al jefe de familia:
->>Me podía hacer un favor el sábado?
-íDiablos! íNo faltaba más! >>Cuál es ese
favor?
-Enviar a toda su familia a confesarse: se
acerca la Pascua.
-Con mucho gusto; también iré yo, porque lo
necesito, >>sabe usted? Ya hace dos años que no he
cumplido.
-Pues bien, os espero; arreglaremos las cosas
como buenos amigos.
(**Es3.152**))
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