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por los Obreros Católicos para atender a los
aprendices durante la cuaresma.
También se tenía catequesis los sábados por la
tarde y se daba facilidad para confesarse a los
que lo deseaban. Más aún, don Bosco se preocupaba
de que los catequizandos se confesaran una vez y
aún más, durante la cuaresma, y evitar de este
modo los incovenientes de la aglomeración a la
hora de la confesión pascual. Así lograba
facilitar la labor del confesor, hacía más breve
la acusación del penitente y, al ser corta la
espera, no se cnasaba la multitud de los que
querían confesarse.
Pero don Bosco no se quedaba satisfecho conlos
muchos chiquillos que acudían a él
espontáneamente; sino que, además, iba a buscar
otros, especialmente en la cuaresma.
Se le vio muchas veces, en aquellos primeros
tiempos, subir escaleras arriba, por los edificios
en construcción, andar por los andamios, charlar
con los empresarios y maestros de obra y llamar
después a los chicos peones para invitarlos a ir
al catecismo. La gente que pasaba por la calle se
paraba a contemplar el extraño espectáculo de un
sacerdote encaramado en lo alto de un andamio o de
una escala. Exclamaban unos:
->>Está loco ese cura de allá arriba?
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Preguntaban otros:
->>Quién es?
Y decían en los corrillos los que ya le
conocían:
-Es don Bosco a la caza de muchachos.
Iba a hablar con los dueños o bien con los
jefes de los grandes talleres de algodón, de
cerrajería, de carpintería, y les rogaba que, para
el propio bien, dejaran ir a sus aprendices al
catecismo del Oratorio. Sus razones eran tan
convincentes, que no encontraba oposición u
obstáculo y les daban gustosos permiso. Los
jóvenes, al llegar el mediodía, iban a casa,
comían deprisa para no perder un instante de
instrucción religiosa, corrían a Valdocco junto a
aquel sacerdote que sabían los quería tanto y
después lograban estar en su puesto de trabajo a
la hora establecida. Los patronos, al ver el
entusiasmo de los muchachos y cómo, a ojos vista,
se hacían más modosos, fieles y obedientes, les
concedieron media hora más de ausencia al trabajo,
para que pudieran comer con más tranquilidad y
llegar sin ansiedad a la catequesis.
Cuando don Bosco encontraba a un muchacho por
la calle o a la puerta de su casa, se detenía a
hablar con él y le preguntaba:
->>Cómo te llamas?
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