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a don Bosco para que le proporcionara instrucción
aparte. Los catequistas se esforzaban en que sus
alumnos aprendieran los principales misterios de
la religión y particularmente lo referente a la
confesión y comunión, antes de que terminase la
cuaresma. Y como muchos jóvenes, especialmente los
aprendices de talleres y ((**It3.182**)) de la
construcción, no podían acudir a sus parroquias a
la hora en que ordinariamente se daba la
catequesis de preparación a la Pascua, don Bosco,
aún con gran dificultad de su parte,
estableció que se diera el catecismo durante todos
los días de cuaresma, desde las doce y media del
mediodía hasta la una y media. Así los
catequizandos tenían tiempo para correr, asistir a
clase y volver a su taller o a su escuela sin dar
motivo a quejas de sus maestros o jefes.
El lunes siguiente a aquel domingo empezaban
las instrucciones catequísticas, que durante
treinta años presidió don Bosco en persona.
Era original la manera de convocar a los
chiquillos para el catecismo. Poco después del
mediodía, al estilo de San Francisco de Sales,
salía un muchacho con una gran campanilla en la
mano y recorría los alrededores y las calles
vecinas, agitándola sin parar. Su sonido penetraba
en las casas y recordaba la hora del catecismo a
padres e hijos; era una llamada a aquéllos para
enviar a éstos y a éstos para acudir. A los pocos
minutos era curioso ver aparecer una bandada de
muchachos que rodeaba al
compañero y le acompañaba de acá para allá,
asociando al tintineo su propio ejemplo e
invitando a los otros a unirse a ellos e ir juntos
al Oratorio. Media hora después rebosaba éste de
chiquillos que, divididos en clases, asistían a
las lecciones de su propio catequista con atención
edificante.
Desde los primeros días observaba don Bosco si
había alguno que aún no estuviera confirmado. En
tal caso, y cuando un obispo podía atender su
petición, dividía a los que debían ser confirmados
en dos o tres clases y les preparaba aparte para
recibir este ((**It3.183**))
sacramento. Deseaba se confirmaran en la primera
mitad de la cuaresma, para luego poder prepararlos
a cumplir con Pascua. Si no contaba con un obispo
o resultaba muy díficil conseguirlo, tomaba
cuidadosamente nota del nombre de los
interesados y esperaba otra ocasión para que
fueran confirmados.
Advirtió enseguida que algunos no podían
asistir durante el día a aquellas clases; entonces
organizó, para mayor facilidad, una catequesis
nocturna, que dio origen a la catequesis fomentada
hoy
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