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CAPITULO XVI
EL CARNAVAL EN EL ORATORIO - EL CATECISMO EN LA
CUARESMA - CELO DE DON BOSCO PARA LLEVAR MUCHACHOS
AL CATECISMO - DESAGRADABLES Y GRACIOSOS
ENCUENTROS - LA MITAD DE LA CUARESMA
HEMOS narrado en los precedentes capítulo de este
volumen la compleja misión de don Bosco durante
casi tres lustros. Conviene ahora proceder con
orden cronológico, por cuanto, al unirse y
mezclarse los sucesos públicos con la vida de don
Bosco, podrán manifestar la nobleza del fin que él
se proponía en todas sus actuaciones, al dar de
ellos una oportuna recensión.
El 17 de febrero de 1847 coincidió con el
miércoles de ceniza. Estaba don Bosco preparando
el catecismo para la cuaresma. Las providencias
por él tomadas aquel año, sirvieron de norma para
los continuadores de su obra, hasta nuestros días,
y fueron impresas mucho más tarde en el Reglamento
de los Oratorios Festivos.
Así pues, el domingo de sexagésima comenzó don
Bosco a avisar a los muchachos que el domingo
siguiente y el lunes y martes de carnaval habría
diversiones y juegos extraordinarios que les
gustarían ((**It3.180**)) mucho.
Su intención era la de alejarlos de las bacanales
de la ciudad, para evitar pudieran ver y oír cosas
nocivas para su alma, y tenerlos alejados de los
compañeros peligrosos, que creen sea todo lícito
en el torbellino de una locura universal. Los
muchachos aplaudieron la invitación e invadieron
el Oratorio durante los tres días. Allí se
encontraron todo lo necesario para entregarse a la
más viva y sana alegría, mientras don Bosco hacía
olvidar a la mayor parte los pasatiempos del
carnaval de Turín, a base de regalos y buena
merienda. Y se santificaban las almas, se
desagraviaba al Señor de las ofensas que aquellos
días recibía en el mundo y se sufragaba a las
almas del Purgatorio con diversas prácticas de
piedad. Se hizo el ejercicio de la buena muerte el
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