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debía contestar a cuestiones literarias o
científicas y plantearles problemas que debían
resolver durante las próximas vacaciones.
Al despedirlos, les recomendaba especialmente
que huyeran del ocio, que estuvieran siempre
ocupados, cumpliendo sus deberes escolares. Pero
les añadía: <>También podéis divertiros con juegos y
entretenimientos aptos para el descanso y no para
opresión del espíritu y del cuerpo, pero no vayáis
nunca a ellos sin el debido permiso, y alguna vez
levantad vuestra mente al Señor y ofreced aquel
pasatiempo para su gloria y honor.
>>Además de esto, repetía siempre:
>>-Frecuentad los santos sacramentos, sed
devotos de María Santísima, aborreced las malas
lecturas más que la peste, huid de los malos
compañeros más que de un áspid venenoso>>.
Los jueves reunía también en conferencia a sus
maestros catequistas y a los otros jóvenes
empleados en el Oratorio festivo: leía algún
capítulo del Reglamento, exhortaba a todos a
cumplir exactamente los artículos correspondientes
a su cargo, señalaba los incovenientes a los que
se debía poner remedio, les ((**It3.177**))
recomendaba ejemplaridad y exactitud en las
prácticas de piedad y que procurasen confesarse y
comulgar en el Oratorio, porque ello contribuía
mucho al buen ejemplo y animaba a los demás a la
frecuencia de los sacramentos. Los exhortaba a
que, ya que eran más instruídos, contaran a los
demás ejemplos edificantes durante el recreo. Les
recomendaba sobre todo gran reverencia a los
sacerdotes que asistían al Oratorio y que
procurasen pedir siempre permiso cuando debieran
ausentarse. Y acostumbraba a repetir
frecuentemente: "Cuando oigáis o veáis alguna cosa
incoveniente para este santo lugar, procurad
avisar secretamente al Superior para que él impida
cuanto pueda ofender al Señor">>.
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