((**Es3.142**)
-íAnimal!
-íEso tú!
Se lanzó el uno sobre el otro y empezaron a
descargarse puñetazos y puntapiés. Se agarraron
por los pelos, se echaron por tierra, se volcó la
caja del limpiabotas y rodaron cepillos y betún.
Don Bosco se puso en medio:
-íHaya paz, amigos míos, no os peguéis!
((**It3.172**)) Con el
trabajo se logró separarlos, y seguían mirándose
rabiosamente.
-Lo digo y lo mantengo: le quiero más que tú.
-Yo me he confesado con él.
-También yo.
-A mí me ha dado una medalla.
-íA mí un librito!
-Diga usted, don Bosco; >>verdad que me quiere
más a mí?
-Te digo que no; ía mí!
-Dígalo usted: >>a quién quiere más de los dos?
-Está bien, exclamó don Bosco, íescuchad!:
hacéis una pregunta muy difícil. >>Veis mi mano?
-Y les enseñaba la derecha.- >>Veis mi dedo pulgar
y mi dedo índice? >>A cuál de los dos creéis
vosotros que yo quiero más? >>Dejaría que me
cortasen uno más que otro?
-Quiere igual a los dos.
-Pues así os quiero a vosotros dos; sois como
dos dedos de mi misma mano. Y lo mismo quiero a
todos mis demás muchachos... Y por eso no quiero
que os peguéis; venid conmigo; no alborotéis. No
es nada elegante esto; venid.
Y se echó a andar llevando a su lado a los dos
rivales. A ellos se juntaron los otros limpiabotas
y limpiachimeneas y detrás los curiosos que habían
formado corro ante el altercado. Fue charlando con
ellos hasta la basílica de San Mauricio y San
Lázaro, donde se separaron y los muchachos fueron
a sentarse a tomar el sol en las gradas del
templo.
El limpiachimeneas fue asilado después en el
Oratorio y llegó a ser un joven bonísimo y de
óptimas esperanzas. Era del Valle de Aosta. Vino
su madre a visitarlo y al enterarse de que a su
hijo lo habían puesto a estudiar, no le pareció
conveniente que continuara.
((**It3.173**)) Don
Bosco le aconsejó que lo dejara seguir adelante y
que más tarde ya se vería. La madre condescendió.
Pero el hijo cayó enfermo y tuvo que volver a su
casa, donde murió como un santo.
(**Es3.142**))
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