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>>-Para ganar méritos.
>>->>Y por ningún otro motivo?
>>-Porque el Señor lo quiere.
>>->>Y por algo más?
>>El joven no sabía qué añadir. Entonces yo le
decía:
>>-Y porque le gusta a don Bosco, que es tu
amigo y busca tu bien.
>>A estas palabras se conmovían, me tomaban la
mano y besaban y volvían a besar, derramando a
veces lágrimas de consuelo. Yo les decía esto para
inspirarles cada vez más confianza.>>
No era el hombre, era el sacerdote quien les
pedía el corazón para entregarlo a Dios y con este
fin había establecido en el Reglamento del
Oratorio Festivo las normas prácticas para
acercarse dignamente a las fuentes de la gracia,
la confesión y la comunión.1
1 P. II, c. VII.-1 No olvidéis, mis queridos
jóvenes, que los dos puntales más fuertes para
sosteneros y adelantar por el camino del cielo son
los sacramentos de la confesión y comunión. Por
esto considerad como el enemigo peor de vuestra
alma, a quien pretenda apartaros de estas dos
prácticas de nuestra santa religión.-2. No hay
mandato entre nosotros de acercarse a estos santos
sacramentos; cada cual es libre de acercarse por
amor y jamás por temor. Esto ha dado muy buenos
resultados, pues vemos a
muchos que los reciben cada ((**It3.163**)) quince
días o cada ocho y algunos todos los días, en
medio de sus ocupaciones, hacen ejemplarmente la
comunión. La comunión solía ser diaria entre los
cristianos de los primeros tiempos; la Iglesia
Católica inculca en el Concilio Tridentino que
todo cristiano reciba la sagrada comunión cuando
va a oír misa.-3. Con todo, yo aconsejo a los
jóvenes del Oratorio que hagan cuanto dice el
catecismo de la Diócesis, a saber: es bueno
confesarse cada quince días o una vez al mes. San
Felipe Neri, gran amigo de la juventud, aconsejaba
a sus hijos espirituales que se confesaran cada
ocho días, y que comulgaran aún más a menudo,
según el consejo del confesor.-4. Se recomienda a
todos, especialmente a los mayores, que reciban
los santos sacramentos en la iglesia del Oratorio,
para dar buen ejemplo a los compañeros; porque un
joven, que se acerca a la confesión y a la
comunión con verdadera devoción y recogimiento,
causa mejor impresión a veces sobre las almas de
los demás que un largo sermón.-5. Los confesores
ordinarios son el Director del Oratorio, el
Director Espiritual y el Prefecto. En las
solemnidades se invitará también a otros
confesores para comodidad de todos.-6. Si bien no
es pecado cambiar de confesor, con todo, os
aconsejo elegir uno estable, porque sucede con el
alma lo que hace el jardinero con una planta, el
médico con un enfermo. En caso de enfermedad, el
confesor ordinario conoce mucho más fácilmente el
estado de nuestra alma.-7. El día que elijáis para
acercaros a los santos sacramentos, al llegar al
Oratorio, no os entretengáis en el patio, sino id
enseguida a la capilla, preparaos de acuerdo con
las normas explicadas en las instrucciones
religiosas o con las indicadas en El Joven
Cristiano y en otros libros de piedad. Si os toca
esperar, tomadlo con paciencia y en penitencia de
vuestros pecados. Pero no riñáis para impedir que
otros os
(**Es3.135**))
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