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mientras confesaba. El penitente, que se daba
cuenta, callaba; y sin atreverse a despertarlo,
después de esperar un rato, se sentaba en el
reclinatorio. Pasaba una hora o dos, don Bosco se
despertaba con el rumor de los muchachos que
roncaban. Eran las tres o las cuatro de la mañana
y la sacristía del Oratorio presentaba una escena
única. Un muchacho dormía de rodillas como estaba,
con la cabeza apoyada en un ángulo de la sala;
otro, sentado sobre los talones; éste, en
cuclillas con la cabeza en los
brazos cruzados sobre las rodillas; aquél, sentado
con las piernas estiradas y apoyadas las espaldas
contra la pared. Algunos, con la cabeza reclinaba,
en las espaldas del compañero; varios, acostados
sobre el pavimento.
Don Bosco contemplaba conmovido el espectáculo.
Pensar que aquellos muchachos se encontraban fuera
de su casa, sin que sus padres se dieran ninguna
prisa en ir a buscarlos, abandonados totalmente a
su antojo, acostumbrados antes a merodear durante
la noche por la ciudad, libres para cometer
cualquier tropelía, y después tener como legítima
consecuencia de sus actos la cárcel y las galeras
en este mundo y quizá la eterna perdición. Y con
todo, estar ahora allí tan pacientes, perseverando
en su próposito de confesarse, y así tranquilos ,
alejados de todo peligro de mal obrar.
Al moverse don Bosco, alguno se despertaba,
miraba a su alrededor y después se sonreía al
sonreír don Bosco.
->>Qué hacemos aquí?
-Ya no vale la pena irnos a casa.
-Entonces confesémonos.
Y se reanudaban las confesiones. Los que se
habían despertado se acercaban los primeros y
dejaban dormir a los demás. ((**It3.158**)) Después
se iban despertando uno a otro de modo que
pudieran prepararse algo.
En tanto rompía el alba, llamaban a la puerta
repetidamente y entraba la turba de muchachos que
venía al Oratorio. De nuevo invadían la sacristía
otros penitentes y se reanudaban las confesiones,
sin interrupción, hasta las nueve o las diez de la
mañana.
<<íCuántas veces, nos contaba José Buzzetti, vi
a don Bosco en aquellos años pasarse toda la noche
confesando a sus muchachos y encontrarse por la
mañana sentado en el mismo confesionario donde se
había colocado al atardecer!>>.
Sucedió una noche, vigilia de gran solemnidad
que, después de sonar las diez, quedaba todavía un
buen número de penitentes por confesar.
(**Es3.131**))
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