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((**Es3.130**) tranquilos como si estuvieran lejos de todo bullicio, atentos sólo a lo que iban a decir: a la brevísima admonición que don Bosco les hacía, veíase en su cara cómo se habían compenetrado y, recibida la absolución, se retiraban silenciosos a un rincón a cumplir la penitencia. Casa se veía la gracia del Señor extendiendo sus alas misericordiosas sobre don Bosco y sus niños. No tardaron mucho tiempo los chiquillos en adquirir mejor compostura, si bien no faltaban otras dificultades que don Bosco debía superar. Narraremos una entre otras. ((**It3.156**)) Don Bosco recibía con bondad a todos, aunque fueran rudos, ignorantes, despreocupados, poco dispuestos, y encontraba la manera de ganarlos para Dios. El mismo decía de cierta clase de muchachos: <>Has desayunado esta mañana? -Sí, respondió sonriendo. ->>Con buen apetito? -Sí. ->>Cuántos hermanos tienes? Y cosas semejantes. Después seguían respondiendo a las preguntas que les hacía para conocer el estado de su alma y continuaban exponiendo con facilidad sus cosas>>. No es éste el lugar para exponer las industrias de que se valía para que sus penitentes se confesaran bien. Lo veremos en el curso de estas Memorias. Ahora solamente hablaremos de la multitud de penitentes que lo habían elegido para confesor. Muchísimas veces confesaba los sábados durante diez y doce horas seguidas. Y aquellos muchachos, antes tan indomables y llenos de vitalidad, aguardaban pacientemente ((**It3.157**)) su turno para dejar limpia su conciencia. Ocurría con frecuencia que eran ya las once de la noche, y hasta las doce, y don Bosco se adormecía (**Es3.130**))
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