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((**Es3.124**) de don Bosco. A la mañana siguiente algún cantor no se presentaba a la hora establecida, picado por la envidia o los celos, molesto porque no le había tocado la parte que él deseaba, o por causas similares. Don Bosco quedaba desconcertado y entonces le tocaba a él mismo ejecutar la parte del que no se había presentado, ((**It3.147**)) o arreglárselas, como mejor podía, con otros cantores. Era una especie de ingratitud, porque a los cantores y a los que se revestían de monaguillos en las fiestas, don Bosco se guardaba mucho de reprocharles su falta, disimulaba su ofensa para no irritarles y para no dar motivo a que con ello se alejaran del Oratorio. Por principio, siempre daba la razón de no poner impedimento a la salvación de las almas. <<íSe arreglan tantas cosas con la paciencia!>>, decía. Sin embargo, para obviar estos inconvenientes, hacía aprender los solos a varios muchachos a la vez, de modo que, si faltaba el mejor, podía éste ser suplido por otros; los caprichos quedaban frenados, al poder verse suplantado por un rival en los imaginados honores, y cualquier sentimiento de despecho no podía alcanzar el desahogo deseado. Con todo, más tarde y a su debido tiempo, don Bosco no dejaba de hacer una admonición provechosa a quien necesitaba modificar su carácter, animándole a cantar con el único pensamiento de agradar al Señor. La música fue un atractivo más para ligar a los muchachos al Oratorio Festivo y para conquistar otros nuevos. También la gente extraña y los sacerdotes que iban a Valdocco quedaban maravillados del nuevo coro infantil, que respondía tan bien a los cuidados de su maestro, y le pedían con insistencia que fueran a cantar a sus iglesias. Pero era necesario que don Bosco lo dirigiese, porque ningún maestro del mundo hubiera conseguido el éxito: <>. ((**It3.148**)) En efecto, la partitura era indescigrable. Algunos motivos estaban muy bien escritos, con todas sus notas; pero otros sólo apuntaban la primera frase; un garabato, una letra, un número indicaba una repetición o un estribillo. Faltaba alguna nota de canto gregoriano. Las indicaciones de la clave, de los accidentes y del tiempo se habían quedado en los puntos de la pluma y en la mente de don Bosco. Fue invitado en una ocasión a cantar con su muchachos una misa en el Santuario de la Consolación (Consolata) y allí se presentó con un grupo de cantores a la hora establecida, llevando (**Es3.124**))
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