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de don Bosco. A la mañana siguiente algún cantor
no se presentaba a la hora establecida, picado por
la envidia o los celos, molesto porque no le había
tocado la parte que él deseaba, o por causas
similares. Don Bosco quedaba desconcertado y
entonces le tocaba a él mismo ejecutar la parte
del que no se había presentado, ((**It3.147**)) o
arreglárselas, como mejor podía, con otros
cantores. Era una especie de ingratitud, porque a
los cantores y a los que se revestían de
monaguillos en las fiestas, don Bosco se guardaba
mucho de reprocharles su falta, disimulaba su
ofensa para no irritarles y para no dar motivo a
que con ello se alejaran del Oratorio. Por
principio, siempre daba la razón de no poner
impedimento a la salvación de las almas. <<íSe
arreglan tantas cosas con la paciencia!>>, decía.
Sin embargo, para obviar estos inconvenientes,
hacía aprender los solos a varios muchachos a la
vez, de modo que, si faltaba el mejor, podía éste
ser suplido por otros; los caprichos quedaban
frenados, al poder verse suplantado por un rival
en los imaginados honores, y cualquier sentimiento
de despecho no podía alcanzar el desahogo deseado.
Con todo, más tarde y a su debido tiempo, don
Bosco no dejaba de hacer una admonición provechosa
a quien necesitaba modificar su carácter,
animándole a cantar con el único pensamiento de
agradar al Señor.
La música fue un atractivo más para ligar a los
muchachos al Oratorio Festivo y para conquistar
otros nuevos. También la gente extraña y los
sacerdotes que iban a Valdocco quedaban
maravillados del nuevo coro infantil, que
respondía tan bien a los cuidados de su maestro, y
le pedían con insistencia que fueran a cantar a
sus iglesias.
Pero era necesario que don Bosco lo dirigiese,
porque ningún maestro del mundo hubiera conseguido
el éxito: <>.
((**It3.148**)) En
efecto, la partitura era indescigrable. Algunos
motivos estaban muy bien escritos, con todas sus
notas; pero otros sólo apuntaban la primera frase;
un garabato, una letra, un número indicaba una
repetición o un estribillo. Faltaba alguna nota de
canto gregoriano. Las indicaciones de la clave, de
los accidentes y del tiempo se habían quedado en
los puntos de la pluma y en la mente de don Bosco.
Fue invitado en una ocasión a cantar con su
muchachos una misa en el Santuario de la
Consolación (Consolata) y allí se presentó con un
grupo de cantores a la hora establecida, llevando
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