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de la fortuna, que unían a veces caracteres
dispares y adversos, provocaba nuevos comentarios
y nuevas risas. Pero todo acababa bien y hasta se
disipaban malos humores.
No hay que creer que don Bosco fuera generoso
en demasía en estas ocasiones. Salvo en casos
extraordinarios, y cuando recibía para este fin
regalos vistosos de los bienhechores, sabía
ahorrar dinero para emplearlo en otros ((**It3.143**)) gastos
más urgentes. La compra de premios nunca pasaba de
las diez liras, y siempre encontraba bienhechores
generosos que con gusto se las regalaban. Más aún,
añadía don Miguel Rúa testigo del hecho, con tres
liras y media muchas veces contentaba a todos y de
un modo
sorprendente; nunca faltaba algún premio de muchas
apariencias, pero de escaso valor. Don Bosco solía
decir: <>,
aunque sea poco a poco y en tiempo oportuno. Y él
todo lo convertía en hermoso y simpático con su
modo de hacer y su palabra encantadora.
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