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haciéndolos hasta 1860; la última vez, después de
haber divertido mucho a los muchachos los asustó,
haciéndoles aparecer sin cabeza.
Esto lo hizo don Bosco de propio intento. La
expresión no tener cabeza, tener la cabeza
cortada, que frecuentemente usaba hablando con los
muchachos, tenía un gran significado:
primeramente, que un joven debía ser humilde,
vencer el amor propio, someterse a la voluntad, al
juicio y al consejo de sus superiores sin
obstinarse en las propias decisiones irreflexivas
y en los propios caprichos; y, en segundo lugar,
aunque más veladamente y rara vez, se refería a la
obediencia religiosa en la congregación, que él
quería fundar con ellos; es decir, en otros
términos, ya que de congregación todavía no
hablaba, sino de quedarse con don Bosco en el
Oratorio para ayudarlo en la salvación de la
juventud. Todo esto lo decía como de pasada a los
que reconocía eran de mucha virtud, de carácter
generoso y muy aficionados a él. Otros juegos le
daban ocasión para, de distintos modos, avisar a
alguno, con alegres palabras, aconsejarle e
invitarle al bien.
Don Santiago Bellia, José Buzzetti y cien
compañeros más recordaban estos espectáculos y
añadían detalles de otros entretenimientos que
hacían cada vez más agradables aquellas veladas.
A veces, en ciertas fiestas de primer orden,
como por ejemplo en la de San Francisco de Sales,
don Bosco preparaba la rueda de fortuna con
billetes, en parte numerados y en parte no. Sobre
una gran mesa estaban colocados muchos premios de
valor, que él mismo había ido a pedir a sus
bienhechores. Cada premio tenía su número. Los
invitados acudían en tropel; un muchacho hacía
girar la rueda, y don Bosco mismo extraía los
billetes, que eran diez veces más en número que
los premios y los entregaba a quien había pagado
el importe establecido. A veces ((**It3.141**)) les
tocaban a algunos de aquellos señores diez o doce
billetes en blanco, con lo que no tenían derecho a
premio; ellos se quedaban tan contentos con su
mala suerte y los espectadores, singularmente
muchachos, reían de buena gana. La rueda de la
fortuna era una fórmula para cubrir los gastos de
la fiesta.
La suerte la aprovechaba también para tener
ocupados agradablemente a los muchachos. Estaba
establecido que, al menos cada trimestre, se
hiciese una lotería: en las fiestas de San
Francisco de Sales, San Luis Gonzaga, Asunción de
la Virgen y Todos los Santos 1. Los objetos
destinados a la rifa eran devocionarios, libros
1 (REG. O. F.,p. III, c. V)
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