((**Es3.114**)
->>Estás vivo todavía?
Pero el hijo parecía no oír; subía a su
habitación, se sentaba en la primera silla, baúl o
banqueta que encontraba y enseguida se dormía.
Hubo vez que no despertó hasta rayar el alba.
Otras mañanas se despertó medio vestido, con el
cuerpo apoyado en la cama y los pies contra la
pared.
Cada instante de la jornada de don Bosco estaba
marcado por un acto de sacrificio, que podemos
llamar heroico. Y no sólo por la fatiga; no hace
falta mucha imaginación para comprender que, a
veces, le punzaban disgustos graves. Lo saben por
experiencia cuantos se ocupan de la juventud. Pero
él recordaba lo que dijo Nuestro Señor Jesucristo:
((**It3.135**)) <>1.
Efectivamente en medio de sus jóvenes, lleno de
confianza en el auxilio de Dios y en la eficacia
de una instrucción francamente católica, solía
exclamar:
-íEspero veros un día a todos reunidos en el
Cielo!
Sus fatigas y sus esperanzas se veían premiadas
con un resultado sorprendente. Narraba José
Buzzetti:
-Conocí centenares de muchachos carentes
totalmente de instrucción y sentimientos
religiosos, antes de venir al Oratorio, que
cambiaron en muy poco tiempo de costumbres y de
tal forma se aficionaron a nuestras reuniones
festivas, que no acertaban a alejarse, y
frecuentaban los sacramentos los domingos, y
además las fiestas de entre semana.
El canónigo Anfossi contaba lo que él mismo
había presenciado durante muchos años:
-Vi yo mismo muchachotes mayores y licenciosos
que, después de unas pocas fiestas, se tornaban
buenos y fervorosos. Llamaban la atención algunos
que, antes de venir al Oratorio con don Bosco,
eran conocidos por su vida escandalosa y se
convertían en los más edificantes; varios de
ellos, si don Bosco lo hubiera permitido, hubieran
querido hacer confesión pública, para su propia
humillación.
Y esta reforma moral continuó sin interrumpirse
jamás. Se decía que don Bosco era capaz de cambiar
con el tiempo, al menos en parte, la faz de la
sociedad; en efecto, no pasaron muchos años y por
todas las partes del mundo se encontraban millares
de aquellos
1 Lc. XXI, 19
(**Es3.114**))
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