((**Es3.113**)
-Uno sólo y nada más.
->>Pero no veis que ya casi no tengo voz?
-íUn ejemplito corto!
El grupo crecía en derredor a don Bosco, porque
la gente que pasaba se paraba, lo mismo que muchos
soldados que salían de las tabernas. Todos se
quedaban para oír qué iba a decir aquel cura. Los
muchachos cantaban dos o tres estrofas de la
canción Load a María; luego don Bosco, subía sobre
una piedra o sobre un montón de arena y decía:
-íBueno!, os contaré un ejemplo y después todos
a casa.
Lo contaba y concluía:
-Y ahora, basta, íbuenas noches!
Los muchachos y todos los demás, respondían:
-íBuenas noches!
Y soltaban un último grito ensordecedor de
íviva don Bosco!. Todos se dispersaban para volver
a su familia o al lugar donde solían dormir; pero
antes se acercaban a don Bosco para saludarle una
vez más.
Entonces, algunos de los mayores, sosteniéndolo
en sus brazos y cantando a voz en grito la
conocida canción: Andiamo, compagni, ((**It3.134**)) don
Bosco ci aspetta, (vamos compañeros, don Bosco nos
espera), lo llevaban a casa.
Y, al entrar en su habitación, sentíase tan
rendido, que más de una vez, cuando iba mamá
Margarita a invitarle a cenar, él respondía:
-Déjeme descansar un poquito.
Y se quedaba profundamente dormido; y aún
sacudiéndole era imposible despertarle. Alguna vez
iba a cenar, pero a la primera cucharada era
víctima del sueño y su cabeza caía sobre la
escudilla. Entonces, después de algunos instantes,
José Brosio y otros mozalbetes, que se habían
quedado para hacerle compañía, lo llevaban sin más
consideraciones a su habitación y, vestido como
estaba, se echaba en la cama y no era capaz de
volverse de un lado ni de mover un brazo o pierna.
Había trabajado sin parar desde las cuatro de la
mañana hasta más de las diez de la noche.
Es de imaginar a qué estado quedaría reducido
don Bosco cuando había otras fiestas de precepto
durante la semana y no estaba rehecho de las
fatigas del domingo anterior. Su madre, advertida
de la llegada de su hijo por los cantos marciales
de los muchachos que de nuevo lo acompañaban desde
el Rondó, salía a su encuentro a la puerta y le
decía:
(**Es3.113**))
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