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añadiendo algún hecho histórico referente a la
materia expuesta, revistiendo atrayentemente, en
fin, lo que los demás habían dicho en pocas
palabras. Del mismo modo y con el mismo resultado
hacia él a los muchachos preguntas de muy diversos
temas, juzgando que era un medio muy a propósito
para librarlos del mal y tener siempre ocupada su
mente y su fantasía con ideas singulares.
También en la iglesia, después de la plática,
les anunciaba muchas veces que iba a presentar un
problema a resolver, sin omitir nunca la promesa
de un premio. Había adquirido con sus
predicaciones gran fama de orador ante los
muchachos. En efecto, sabía describir tan bien la
magnificencia de Dios Creador y conservador, su
misericordia y su justicia, que los muchachos
salían de la capilla casi sin saber por dónde
caminaban, de lo asombrados que estaban. Por esto,
aprovechándose de su entusiasmo, sacaba una
pregunta del tema que había expuesto y decía:
-Para la próxima fiesta ((**It3.130**)) habéis
de saber explicarme por qué el Santísimo
Sacramento se llama Eucaristía; cuál es el
significado natural de la palabra Paraíso... En
otras ocasiones proponía le explicasen la palabra
Muerte; otras, Purgatorio; después, los varios
significados de la palabra Infierno. Muchas de sus
preguntas las entresacaba de la Sagrada Escritura;
por ejemplo: Buscadme a qué lengua pertenece la
palabra parque, para indicar los bosques y
jardines reales, usada ya por Salomón en sus
libros.
Durante la semana iban los muchachos a visitar
a muchos teólogos de Turín y traían respuestas
teológicas, las cuales, por no haber expuesto bien
la pregunta en los términos exactos, no eran las
que don Bosco pedía. El les decía:
-No habéis acertado, estudiadla más.
Y volvían a sus teólogos en busca de más
explicaciones.
Algunas veces no había premio. Un día había
preguntado la etimología latina de la palabra
peccatum. Ninguno llevó la respuesta exacta,
aunque habían consultado a personas eruditas. Hizo
don Bosco que le llevaran el Matthiae-Martini,
lexicon philologicum, leyó que peccatum viene de
pecu, o sea pecus pecoris, porque los impíos
caminan como las ovejas, que no se guían por la
luz de la razón, sino por sus instintos animales.
Los problemas propuestos por don Bosco siempre
tenían por objeto una máxima moral.
A veces, por causas diversas, las respuestas no
eran conformes, y entonces decía don Bosco:
-Roetti, ve a buscar tal libro a mi habitación.
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