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geografía, de lo que había antes de la creación
del mundo y de lo que quedaría después de su
destrucción, dónde estaba recogida tanta agua
antes del diluvio; toda una infinidad de porqués,
cuando no acertaban a explicarse esto o aquello.
Don Bosco tenía que responder con franqueza a
todos, de modo que quedaran satisfechos, con
cuidado de no equivocarse ni contradecirse, porque
los muchachos tomaban sus respuestas por oráculos
y después se las contaban a sus padres y a
personas instruídas, las cuales
coincidían con su aprobación. De este modo
llegaron a fomarse un concepto elevadísimo de la
ciencia de don Bosco que, según ellos, era única e
inigualable. Era necesario, pues, que don Bosco
estuviese siempre alerta para no caer en la
trampa; una sola vez que hubiese titubeado o dicho
que no sabía responder, habría perdido, al menos
ante algunos, la aureola que le convenía conservar
por el bien de las almas. Tanto más que los
estudiantes preguntaban en la escuela a sus
profesores. Esta fama de ciencia universal era un
vínculo -íla estima!- que le atraía a los
estudiantes más inteligentes, y eran muchos los
que, a su vez, influían sobre otros centenares más
rudos; y así le resultaba fácil a don Bosco
imponerse paternalmente a todos. Se había impuesto
la ley de no ignorar nada de lo que sus muchachos
conocían o que necesariamente debieran tener que
aprender. Era un estudio nuevo y constante que
sólo podía aguantarlo una memoria maravillosa como
la suya; creemos que algunas anotaciones suyas
sobre álgebra, hasta las ecuaciones de segundo
grado, pertenecen a aquellos tiempos.
((**It3.129**)) Sería
con todo una quimera suponer que don Bosco
poseyera todo el saber humano: por esto, cuando no
sabía responder a una pregunta, con gran habilidad
y sin desconcertarse, salía del apuro con una
evasiva. Y exclamaba por ejemplo:
-íHola, siempre me toca decirlo todo a mí! Pero
>>cómo, no sabéis estas cosas? íResponded al menos
una vez! Si ahora no sabéis responder esta
pregunta, pensadlo un poco, que no es tan difícil.
Prometo un hermoso premio al que mejor responda el
próximo domingo.
Los muchachos se industriaban durante la semana
para encontrar la solución al problema; iban a
importunar a los maestros, al cura, a los peritos
en la materia propuesta, y al domingo siguiente
llevaban triunfantes la respuesta, que también don
Bosco se había preparado. Pero él, además, sabía
explicarla, presentándola en sus distintas partes,
sacando las consecuencias y, si le venía bien,
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