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de la Iglesia, o de los milagros de la Virgen, y
los muchachos lo escuchaban con mucho agrado.
Aquel grito podía parecer poco reverente en la
iglesia; pero don Bosco, que sabía que los
muchachos, después de un tiempo de inmovilidad y
silencio, necesitaban un desahogo, lo permitió
alegremente hasta 1868, persuadido, además, de que
esto agradaba al Señor.
Después del Catecismo, el mismo don Bosco daba
por la tarde, si no había otro predicador, una
instrucción popular, y después de la Bendición,
antes de salir de la iglesia, hacía cantar una
canción religiosa. Como tenía predilección por el
nombre de Jesús, que invocaba frecuentemente y lo
escribía con gusto, prefería la canción en honor
de este Nombre Santísimo que comienza: Ea, niños,
las voces.1 Cada estrofa terminaba con un
estribillo por él ideado, para repetir más veces
el nombre de Jesús. E insistía que se cantase esta
copla con alegría de espíritu y devoción.
1 Ea, niños, las voces
juntad inocentes,
cantad reverentes:
íLoor a Jesús!
Loor a ese Nombre,
que es nuestra bandera,
que a todos supera
en gloria y virtud.
íLoor a ese Nombre!
íLoor a Jesús!
Tu Nombre es al alma
que es cándida y pura
un mar de dulzura:
íLoor a Jesús!
Y mientras lo invoca,
de amor se enardece
y siempre enaltece
tu Nombre, íoh Jesús!
íLoor a ese Nombre!
íLoor a Jesús!
Destruye, aniquila,
el reino del llanto,
un Nombre tan santo:
íLoor a Jesús!
Tu Nombre divino
el cielo ha franqueado
y el yugo ha quebrado
de la esclavitud.
íLoor a ese Nombre!
íLoor a Jesús!
(N. del T.. Tomado de <>)
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