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íbien!>>. Nada me dijo, pero yo lo entendí todo.
Pude ver por un instante la belleza inmaculada de
su rostro. Quise volver a mirarla por tres veces
pero no pude levantar los ojos más ((**It2.117**)) arriba
de aquellas benditas manos, de donde salían vivos
rayos de gracias. Y desapareció.
En aquellos breves instantes recibió el
conocimiento infuso de las verdades católicas.
Catorce días más tarde, el 31 de enero de 1842,
Alfonso recibió el santo bautismo. Abrazó luego el
estado eclesiástico, fundó la Congregación
religiosa de las Damas de Sión y vivió y murió
como un santo. Ordenó el Sumo Pontífice que se
sometiera el hecho al examen canónico, cuyo
resultado fue que se trataba de un verdadero e
insigne milagro. Fue una conversión instantánea y
completa, como la de San Pablo, un portento mayor
que devolver la vida a un muerto>>.
A la par de estos hechos extraordinarios, que
difundían más y más la devoción a María
Inmaculada, tuvo lugar en Piamonte un
acontecimiento religioso que enfervorizaba a las
gentes en el amor a Jesús y a su Pasión. Con
motivo de las bodas del príncipe heredero Víctor
Manuel con María Adelaida de Lorena, archiduquesa
de Austria, se exponía el 21 de abril a la
veneración del pueblo en los balcones del Palacio
Madama, de Turín, la Sábana Santa. La inmensa
plaza y las calles adyacentes rebosaban de gente
de toda edad y condición, que de todas partes
acudía jubilosa para manifestar su fe, venerar la
Santa Reliquia y contemplar en ella la Santa Faz y
las llagas de las manos, los pies y el costado del
Divino Salvador. Acudió también don Bosco y con él
todos los jóvenes del Oratorio. El, sensibilísimo
como era a los dolores del Salvador y de su divina
Madre, se valió de este conmovedor espectáculo
para infundir en sus jovencitos odio implacable al
pecado y amor ardentísimo a Jesús Redentor, como
siguió haciéndolo durante toda su vida, siempre
que tenía ocasión de hablar de la Pasión del Señor
y los dolores de su Santísima Madre.(**Es2.98**))
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