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escribe él mismo, les hacía experimentar la
dignidad del hombre, que es razonable y debe
ganarse el pan de la vida con su trabajo y no con
latrocinios; apenas lograba que el principio moral
y religioso resonase en su mente, experimentaban
un placer en su corazón, del que no sabían darse
cuenta, pero que les impulsaba a ser mejores. En
efecto, muchos cambiaban de conducta en la misma
cárcel; otros, al salir, vivían de tal manera, que
no tenían por qué volver a la cárcel>>. En una
palabra, eran muchos los que experimentaban en la
misma cárcel los efectos misteriosos de la
misericordia divina y encontraban abiertas las
puertas del cielo.
Al acabar el catecismo, salía don Bosco de
aquellos muros profundamente impresionado,
resuelto a entregarse totalmente, y a toda costa,
a remediar tantos males y penas como experimentaba
la pobre juventud. Cuando alguno de aquellos
jóvenes presos quedaba libre y su domicilio estaba
muy lejos del Oratorio y no le parecía prudente
admitirlo en seguida entre sus alumnos, comenzó
don Bosco a encomendarlos a algunos caritativos
señores y excelentes artesanos, para que los
reunieran los domingos, y los vigilaran y así
santificaran las fiestas. Pero él no dejaba de
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informarse sobre su conducta, de visitarlos,
animarlos y socorrerlos. Ya entonces se daba
cuenta de la gran dificultad para encaminar al
bien a algunos, que habían vivido largo tiempo en
el desorden, y comprendía que el único medio para
preservarlos del vicio en adelante era colocarlos
en un lugar seguro, donde se les pudiera educar
religiosamente, y prevenirlos de los muchos
peligros que ellos solos no podrían superar. Pero,
cómo hacer?
De estas visits a los presos sacaba don Bosco
muchas lecciones para el buen éxito en la
educación de la juventud. Se persuadía cada vez
más de la necesidad de emplear con estos
desgraciados y con todos los jóvenes modos
caritativos, si se quiere obtener de ellos algo
bueno. Más tarde insistía en este punto y
aseguraba a sus colaboradores que un joven, aunque
fuera de carácter duro y recalcitrante, se doblega
fácilmente al bien, si es tratado con amabilidad.
Se daba cuenta cada vez más de la causa que
arrastraba a tantos pobres jóvenes a aquellos
lugares de expiación.
Con lágrimas en los ojos narraba a sus
jovencitos las conmovedoras anécdotas que le
habían sucedido cuando iba a dar catecismo a las
cárceles; cómo muchos presos jóvenes declaraban
haberse maleado por el mal ejemplo de algún
compañero o por el descuido de los padres,
particularmente en lo referente a instrucción
religiosa. Por esto, constantemente inculcaba que
había que huir de los malos compañeros(**Es2.91**))
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