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((**Es2.86**) casa en Turín, prohibiendo a los suyos que nadie lo viera en adelante. Pero no hicieron caso a su prohibición. En efecto, llegó el carnaval. A don Bosco le gustaba divertir a los demás con sus famosos juegos de prestidigitación. Se convino con el Abate Fava para hacer reír a base del gabán de D.C... -Qué?, le dijo una tarde el Abate a don Bosco, durante el recreo, vamos a divertirnos? -Sí, riamos un poco, dijeron a una el teólogo Guala y don Cafasso, que estaban de acuerdo con don Bosco. -Entonces usted, don Bosco, dijo el Abate, tiene que hacernos un juego bonito. -Y qué juego he de hacer?, preguntó don Bosco. Le recordaron muchos. Don Bosco oía y callaba y finalmente propuso: -Pues bien, pedidme lo que queráis y yo lo haré aparecer a la vista de todos sobre una mesa. Cada cual puede imaginar las cosas más raras que le fueron propuestas: uno quería un gato, otro un pajarito vivo, aquél unos huevos, éste un pollo asado. En medio del griterío ((**It2.101**)) se oyó la voz del Abate Fava: -Que aparezca el gabán de D.C... Su proposición fue aplaudidísima e hizo olvidar las demás. Se excusaba don Bosco diciendo que eso era imposible, pero D.C... se apresuró a gritar: -Hacedlo, si queréis. Mi gabán está en el campo, encerrado bajo llave y a ver quién es capaz de agarrarlo. Condescendió don Bosco, se procuró una varita mágica, se ciñó la cintura con una toalla, cantó y pronunció unas palabras mágicas. Todos reventaban de risa. Después, como desalentado, aseguró que no le era posible conseguirlo. Pero, ante las instancias de todos, repitió los signos cabalísticos, y exclamó: -íSilencio! El gabán está en Constantinopla, pero ílo haremos venir hasta aquí! Se redoblaban las carcajadas, mientras don Bosco hacía repetir por todos a coro unas palabras extrañas, sonoras, incomprensibles. Mandó, mientras tanto, pusieran en medio del salón la mesa de uno de los pupilos. Abrió el cajón e invitó a todos a comprobar que estaba vacío. Lo cerró, volvió a abrirlo para que todo el mundo viera que no había trampa, cerró de nuevo y entregó la llave al teólogo Guala, el cual debía conservarla en alto a la vista de todos, apuntando con ella a don Bosco.(**Es2.86**))
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