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CAPITULO IX
LA PRIMERA CANCION A LA VIRGEN -LA VIDA DEL
ORATORIO -LOS PRIMEROS BIENHECHORES DE DON BOSCO -
EXCURSIONES POR LA CIUDAD -VISITAS AL PIE DEL
TRABAJO -VIVAS Y APLAUSOS A DON BOSCO
-CORRECCIONES PRUDENTES -RESPUESTA A UNA CRITICA
SUELEN comenzar las obras de Dios muy poquito a
poco y desarrollarse, luego, de modo admirable
contra la opinión de las gentes. Así se patentiza
a los ojos de los hombres cómo la inspiración y la
consolidación de las mismas se debe al apoyo de lo
Alto. Ese fue el sello de la Obra de don Bosco,
que prudentemente no tenía prisas. Apodó a su obra
con el nombre de Oratorio, principalmente porque
tenía por fin la frecuentación de la iglesia y la
práctica de la oración. La religión y sus
prácticas, la virtud, la educación moral y por
tanto, la salvación del alma eran sus fines; la
diversión, los juegos, el canto, la enseñanza que
después se siguieron, no eran más que los medios.
Durante el primer invierno, don Bosco se dedicó
a consolidar el pequeño Oratorio. Aunque era su
plan recoger a muchachos y jovencitos expuestos a
toda suerte de peligros y necesitados de
instrucción religiosa, con preferencia a los
salidos de correccionales, sin embargo, y para
asegurar el orden y la moral, invitó desde los
primeros meses ((**It2.91**)) y atrajo
a su Oratorio a otros muchachos de mejores
condiciones, de buena conducta e instruidos.
Estos, amaestrados por él, empezaron a ayudarle a
conservar el orden, a hacer alguna lectura y a
cantar algunas canciones religiosas, todo lo cual
hacía más agradables y provechosas las reuniones
dominicales. Don Bosco se dio en seguida cuenta de
que aquellas reuniones podían convertirse en un
cuerpo sin alma, si faltaban el canto y las
lecturas de libros amenos y honestos. El día 2 de
febrero de 1842, fiesta de la Purificación de
María, contaba ya con una veintena de voces con
las que formó un corito que cantó, por vez
primera, loas a la Madre de(**Es2.78**))
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