((**Es2.63**)
por lo que, a veces, el sacristán se enfadaba y
les reñía y maltrataba. Así lo referían más tarde
don Cafasso y los compañeros de don Bosco a los
clérigos Cagliero, Anfossi, Fusero y otros.
<>.
A pesar de todo esto, todavía no había
comenzado ninguna obra especial en favor de los
muchachos. Esperaba don Bosco el momento señalado
por el Señor, resuelto como estaba del todo a
secundar, aunque fuera un pobre instrumento, su
santa voluntad.
Después de encomendarse a Dios con persistente
y fervorosa oración, y aconsejarse por don
Cafasso, con quien había hablado muchas veces
sobre el reunir a los muchachos en la iglesia de
San Francisco de Asís para darles catecismo,
entretenerlos con honestas diversiones que los
alejaran de los peligros de las calles y las
plazas ((**It2.70**)) por
donde andaban totalmente abandonados a sí mismos,
se decidió a presentarse al Arzobispo y entenderse
con él, para estar más seguro de la divina
voluntad y obviar las dificultades que pudieran
presentarse. Así se lo habían recomendado el
teólogo Guala y don Cafasso, que le dirigían en
todo y por todo y estaban en íntima relación con
monseñor Fransoni. Cuando el Prelado, como muchas
veces nos refirió don Bosco, oyó el proyecto del
joven sacerdote sobre los oratorios festivos, le
concedió su más amplia aprobación y bendición
pastoral. Desde aquel momento se estableció una
gran familiaridad entre el santo prelado y el
celoso sacerdote, que no dio un paso más en el
desenvolvimiento de sus ideales, sin antes
consultarlo con él.
Anduvo don Bosco unos días pensando cómo y
cuándo empezar su obra: esperaba una ocasión
propicia para realizar su plan, cuando he aquí que
un incidente inesperado vino a abrirle el camino.
Era el 8 de diciembre de 1841, fiesta de la
Inmaculada Concepción de María. Sentía don Bosco
en su corazón, con mayor viveza que de costumbre,
el deseo de juntar como en familia a los
jovencitos más necesitados y abandonados. Pero una
familia bien organizada, bien educada y defendida
necesita de la asistencia de una madre cariñosa.
Pues bien, madre piadosísima de esta institución y
protectora poderosa debía ser la Santísima Virgen
María. Y precisamente quiso esta Reina Celestial
que el Oratorio comenzara en un día a Ella
dedicado.(**Es2.63**))
<Anterior: 2. 62><Siguiente: 2. 64>