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((**Es2.61**) eram et visitastis me (Estaba enfermo y me visitasteis). Pidió luego que lo presentaran al venerable padre fundador. Le recibió éste amablemente y le acompañó a visitar los vastos locales. Por doquiera se respiraba caridad y fervor. Sin embargo, don Bosco encontró motivo de tristeza, aunque templada de consuelo. Veía ciertas enfermerías con camas ocupadas por pobres muchachos, sobre los cuales el ángel de la muerte abría ya sus alas: sus rostros consumidos, sus toses pertinaces, su total postración de fuerzas, le mostraban a las claras que el vicio había marchitado aquellas pobres flores de juventud. Les dirigió algunas palabras de aliento y ellos ((**It2.67**)) le escucharon resignados a la voluntad de Dios y, al sonreírles también ellos sonreían tristemente. <<íCuánto necesita -pensaba don Bosco- esta pobre juventud de prevención y ayuda!>>. Al terminar la visita de aquella ciudadela del dolor cristiano, cuando don Bosco estaba para despedirse, el venerable Cottolengo, apretando entre sus dedos la manga de la sotana de don Bosco, exclamó: -<>. Este hecho nos lo contó el canónigo Domingo Bosso, uno de los sucesores de Cottolengo, que, siendo niño, estuvo presente a la escena y jamás olvidó la profecía. El tiempo previsto por el venerable Cottolengo no está tan lejano y el espectáculo de inmensas multitudes de jovencitos, rodeando a don Bosco, tendrá lugar precisamente en el mismo barrio donde se levanta la Pequeña Casa de la Divina Providencia.(**Es2.61**))
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