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eram et visitastis me (Estaba enfermo y me
visitasteis). Pidió luego que lo presentaran al
venerable padre fundador. Le recibió éste
amablemente y le acompañó a visitar los vastos
locales. Por doquiera se respiraba caridad y
fervor. Sin embargo, don Bosco encontró motivo de
tristeza, aunque templada de consuelo. Veía
ciertas enfermerías con camas ocupadas por pobres
muchachos, sobre los cuales el ángel de la muerte
abría ya sus alas: sus rostros consumidos, sus
toses pertinaces, su total postración de fuerzas,
le mostraban a las claras que el vicio había
marchitado aquellas pobres flores de juventud. Les
dirigió algunas palabras de aliento y ellos
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le escucharon resignados a la voluntad de Dios y,
al sonreírles también ellos sonreían tristemente.
<<íCuánto necesita -pensaba don Bosco- esta pobre
juventud de prevención y ayuda!>>.
Al terminar la visita de aquella ciudadela del
dolor cristiano, cuando don Bosco estaba para
despedirse, el venerable Cottolengo, apretando
entre sus dedos la manga de la sotana de don
Bosco, exclamó:
-<>.
Este hecho nos lo contó el canónigo Domingo
Bosso, uno de los sucesores de Cottolengo, que,
siendo niño, estuvo presente a la escena y jamás
olvidó la profecía. El tiempo previsto por el
venerable Cottolengo no está tan lejano y el
espectáculo de inmensas multitudes de jovencitos,
rodeando a don Bosco, tendrá lugar precisamente en
el mismo barrio donde se levanta la Pequeña Casa
de la Divina Providencia.(**Es2.61**))
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