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de don Bosco, que quedaba profundamente
impresionado y se convencía, cada vez más, de que
los jovencitos necesitaban fortalecerse con
pensamientos de fe para resistir las tentaciones
del mal, cuando se ven oprimidos por las
privaciones y la pobreza.
Todavía quedaba otro cuadro de miserias humanas
que el Señor quería descubrir a don Bosco. Un día
de aquellos primeros meses se encontró con el
venerable Cottolengo 1. Después de mirarle al
rostro y hacerle algunas preguntas, le dijo:
<<-Tiene usted cara de bueno; venga a trabajar en
la Pequeña Casa de la Divina Providencia, que no
le faltará trabajo>>. -Don Bosco besó su mano, lo
prometió y, a su tiempo, cumplió la palabra.
Entre tanto, pocos días después, fue con otros
compañeros a Valdocco. La Obra del Cottolengo era
ya en aquel tiempo algo colosal. Había comenzado
humildemente en 1827, sin rentas fijas, tan sólo
con lo que la divina Providencia le suministraba
cada día por la caridad de algunas personas. Había
prosperado hasta el punto de que contaba ya con
mil ochocientas personas de ambos sexos, huérfanos
abandonados, inválidos para el trabajo, ((**It2.66**))
lisiados, paralíticos, idiotas, epilépticos,
enfermos cubiertos de úlceras, incurables de toda
clase, gravedad y repugnancia, rechazados de otros
hospitales, porque el reglamento prohibía
admitirlos. Y todos entraban allí gratuitamente,
eran tratados con suma bondad y también recibían
el oportuno alimento y los cuidados necesarios a
su estado. Médicos muy distinguidos los asistían.
Distintas familias religiosas atendían a su
dirección espiritual y material. Muchos sacerdotes
de la ciudad iban a confesar con gran espíritu de
abnegación. Todo esto sigue todavía en proporción
cuadruplicada. Es una verdadera puerta del cielo,
porque muchísimos de los allí acogidos morirían en
otra parte sin los auxilios religiosos; y aquí son
atendidos igualmente cristianos que acatólicos de
cualquier secta, protestantes, herejes, judíos e
infieles; y casi todos acaban por acogerse al seno
de la Iglesia. Son innumerables las almas salvadas
por esta obra providencial.
Don Bosco vio, al entrar allí, destacado sobre
el portón, el lema que explicaba el secreto de
tantos milagros: Charitas Christi urget nos (El
amor de Cristo nos apremia). Y, arrodillándose
ante la imagen de María colocada en el vestíbulo
de los grandes dormitorios, se conmovió hasta las
lágrimas, al leer en el arco de entrada: Infirmus
1 El venerable Cottolengo, hoy San José-Benito
Cottolengo, nació en Bra (Piamonte) el 4 de mayo
de 1786; falleció en Chieri el 30 de abril de
1842; fue beatificado el 27 de abril de 1917 por
Benedicto XV y canonizado por Pío XI el 19 de
marzo de 1934. (N. del T.).(**Es2.60**))
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