((**Es2.44**)
y prudencia admirables, eximia piedad, fácil y
modesta, supo limar por completo en el Piamonte la
aspereza, que todavía perduraba, de algunos
probabilioristas contra los Ligoristas, y cooperó
eficazmente a la formación de un clero docto y
ejemplar.
Mina de oro escondida era también el sacerdote
turinés teólogo Félix Golzio, entonces alumno de
la Residencia. Hacía poco ruido, merced a su
escondida vida, pero, con el trabajo incansable,
la humildad y una ciencia profunda, era una gran
ayuda para don Guala y don Cafasso que le
consideraban y estimaban grandemente.
El apostolado de estos tres sacerdotes no se
encerraba en el recinto de la Residencia y de la
iglesia aneja, sino que alcanzaba mucho más allá.
Cárceles y hospitales, institutos de beneficencia
y enfermos, palacios señoriales y viviendas de los
pobres, pueblos y ciudades vecinas experimentaron
los saludables efectos de la caridad y el celo de
estas tres lumbreras del clero turinés; más aún,
después de su ocaso, gozan todavía de su luz y su
calor las diócesis piamontesas con los numerosos
discípulos que dejaron. Baste recordar entre éstos
al teólogo Juan Bautista Bertagna paisano de don
Bosco, obispo titular de Cafarnaún, coadjutor de
Turín por algún tiempo y, en su día, eximio
maestro de Moral.
Pues bien, a la escuela de estos grandes
modelos sacerdotales, de estos insignes maestros,
era invitado don Bosco. Acertado era ((**It2.44**)) el
consejo de don Cafasso. Difícil le hubiera sido a
don Bosco, fuera de la Residencia, dedicarse a un
estudio completo y organizado de la moral
práctica, necesaria para su futura y variadísima
misión. En su pueblo habría de haberse contentado
con un estudio privado e insuficiente para tal
fin; y fuera de él, al no contar con medios
suficientes, habría tenido que ganarse el sustento
con ocupaciones ajenas al sagrado ministerio y con
excesivo trato de personas seglares. La falta de
aquella benéfica Institución había ocasionado en
el pasado escasez de confesores hábiles para toda
clase de personas, y en consecuencia, cierta
dificultad en el pueblo cristiano para acercarse a
los sacramentos. No iba don Bosco a aprovecharse
de aquella bendición del cielo con que hacerse
apto para la dirección de miles y miles de almas,
de toda edad, sexo y condición, de todo orden y
grado sacerdotal y religioso?
El sacerdote debe poseer la ciencia <> y no imponer
obligaciones que la ley ciertamente no impone.
Además, los consejos
1 Levítico, X, 10.(**Es2.44**))
<Anterior: 2. 43><Siguiente: 2. 45>