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se convertirán en montones de trigo y las patatas
brotarán de la tierra espontáneamente.
Después preguntó a los dos pastorcillos:
-Rezáis bien vuestras oraciones?
-No muy bien, Señora, respondieron.
-Queridos niños, debéis rezarlas bien por la
noche y por la mañana. Si no tenéis tiempo, decid
al menos un Padrenuestro y una Avemaría; y, cuando
tengáis tiempo, rezad más.
Y volviendo al tono de queja siguió diciendo:
-A misa no van más que algunas viejas, las
otras trabajan los domingos durante todo el
verano; y en invierno los muchachos, cuando no
saben qué hacer, van a misa a burlarse ((**It2.580**)) de la
religión. No se guarda la Cuaresma, se va tras la
carne como los perros...
Entonces se dirigió a Maximino:
-No viste tú, querido niño, el trigo podrido?
-No, Señora, respondió el muchacho.
-Lo debiste ver una vez en Coín yendo con tu
padre. El amo del campo le dijo a tu padre que
fuera a ver su trigo podrido; y fuisteis los dos.
Tomasteis unas espigas en vuestras manos y al
frotarlas se hicieron polvo y luego os volvisteis.
Y cuando estabais todavía a una media hora para
llegar a Corps, tu padre te dio un pedazo de pan y
dijo: -Toma, hijo mío, como todavía pan este año;
no se quién podrá comerlo el año que viene, si el
trigo sigue pudriéndose de este modo. Maximino
respondió:
-Ah, sí, Señora, ahora me acuerdo; ya no me
acordaba.
Luego dijo la Señora:
-Pues bien, hijitos míos: íLo que yo os he
dicho, contádselo a todo el pueblo!
Pasó después el arroyo, dio unos pasos y, sin
volverse hacia atrás, repitió a los dos
pastorcillos:
-Bien, queridos niños, decídselo a todo el
pueblo.
Subió Ella a continuación hasta donde Maximino
y Melania habían ido a buscar el ganado. Los dos
la seguían. Ella caminaba sobre la hierba y sus
pies no doblaban más que la punta. Melania se
puso delante y Maximino al lado a poca distancia.
En aquel momento la hermosa Señora se elevó más de
un metro sobre el suelo y quedó suspendida un
momento en el aire. Melania la contemplaba
estática. La Señora dirigió una mirada al cielo y
después a la tierra. Desapareció su cabeza...
desaparecieron después sus brazos... ((**It2.581**)) y no
quedó en el aire más que una claridad, que después
se esfumó.
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