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las manos. Llevaba zapatos blancos, orlados de
rosas de varios colores, medias y falda de color
amarillo, un vestido blanco cuajado de perlas, un
pañuelo blanco al cuello adornado de rosas, una
toca a modo de mitra algo inclinada hacia adelante
con una corona de lindas rosas. Pendiente del
cuello llevaba una cadenita de la que colgaba un
crucifijo y sobre el brazo horizontal de la cruz
unas tenazas a la derecha y un martillo a la
izquierda.
Con el miedo, a Melania se le cayó el cayado.
Después de un instante, la Señora bajó las manos y
mostró su blanco rostro, tan deslumbrante que no
era posible mirarlo mucho tiempo. Luego se puso
de pie, cruzó los brazos y dijo a los dos
pastorcillos:
-Acercaos, queridos niños; no tengáis miedo; he
venido aquí para daros una gran noticia.
Entonces Maximino y Melania cruzaron el arroyo
y Ella avanzó hasta el lugar donde antes se habían
dormido. Se colocó entre ellos y les dijo,
mientras las lágrimas surcaban su hermoso rostro:
-Si mi pueblo no quiere obedecer, me veré
obligada a dejar libre la mano de mi Hijo. Su
mano es tan fuerte y tan pesada que yo no puedo
detenerla. íHace ya mucho tiempo que sufro por
vosotros! Constantemente estoy pidiendo a mi Hijo
que no os abandone, pero vosotros no hacéis caso.
Ya podéis rezar y hacer cosas buenas. Jamás
podréis compensar los cuidados que yo me tomo por
vosotros. Os he dado seis días para trabajar,
dice el Señor, me he reservado el séptimo y no
queréis dedicármelo. Por eso se muestra tan dura
la mano de mi Hijo. Si vuestras patatas se pudren
((**It2.579**)) es por
culpa vuestra. Os lo hice ver el año pasado, y no
habéis querido hacer caso, y al verlas podridas,
blasfemabais el nombre de mi Hijo. Seguirán
pudriéndose y este año no tendréis ya ninguna en
Navidad. No sembréis trigo, si lo tenéis; todo lo
que sembréis, se lo comerán los gusanos, y lo que
nazca, se reducirá a polvo, al aventarlo... Habrá
una gran mortandad de niños menores de siete años.
Vendrá una gran carestía... Las nueces se
enmohecerán y las uvas se pudrirán1.
Al llegar a este punto la Señora dejó de
hablar, sólo movía los labios pero no entendía qué
decía; los pastorcillos entendieron el secreto que
confiaba a cada uno de ellos por separado, con la
prohibición de manifestarlo a otros, y ni siquiera
entre ellos mismos. Volvió a hablar en voz alta y
añadió:
-Pero si los hombres se convierten, hasta las
piedras y peñascos
1 Esas profecías se cumplieron. Las
criptógamas ocasionaron por toda Europa un daño
inmenso, que continuó desde 1849 hasta 1874.
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