((**Es2.425**)
-No has ido nunca a misa?
-íLa misa para los curas y las beatas! Y si yo
fuera, mi padre me daría una paliza.
-íPobrecito!, exclamó entonces don Bosco
dirigiéndose al teólogo Borel; aquí hay un
misterio: este chicho está perdido para siempre,
si no logramos ponerlo ahora mismo en buen camino.
Reflexionó un momento, se dirigió de nuevo al
muchacho, que ya no lloraba pero que mostraba su
habitual insolencia, y le dijo:
((**It2.567**)) -Te
gustaría venir a jugar aquí con todos estos
amigos?
-íSí! con tal que no me obligue a ir a la
iglesia para convertirme en un mojigato y en un
bobo.
-Pero, oye: te parece a ti que esos muchachos
que ves aquí son unos mojigatos y unos bobos? Mira
lo listos que son, no tienen la menor pena y
juegan entusiasmados.
El muchacho contemplaba aquel torbellino de
jóvenes que corrían de una a otra parte: algunos
de ellos le invitaban por señas y de palabra a
unirse a ellos; y él respondía maquinalmente:
-íCon mucho gusto iría!
-Pues bien; vete a jugar con ellos, le dijo don
Bosco.
No se lo hizo repetir dos veces; en dos saltos
se metió en medio de los compañeros y empezó a
correr por el patio de una a otra esquina, hasta
que llegó la hora de ir a la iglesia. Al son de
la campana dejó enseguida el juego y echó a correr
hacia la puerta. Don Bosco que no le perdía de
vista, le detuvo, le dijo unas palabras, alabando
su destreza en el juego, y manifestándole su gusto
por haberle conocido. Después le dejó marchar.
Al domingo siguiente volvió el muchacho sin que
nadie le invitara y, sin más, se puso a jugar. Al
acabarse el recreo se acercaba a la puerta, cuando
don Bosco, que le esperaba, le dijo:
-A dónde vas? Por qué no vienes un ratito a la
iglesia con los demás?
-Porque tengo prisa, respondió excusándose;
tengo que ir a casa; y luego me esperan en otro
sitio; vendré otro domingo.
-Bueno; nos volveremos a ver, eh? Ven, que yo
te espero.
Y le dio un regalito que le gustó mucho.
((**It2.568**)) El
tercer domingo fue puntualísimo a la hora de jugar
y, aunque remoloneó un poco a la hora de ir a la
iglesia, estuvo en ella un buen rato. Hacia la
mitad de la plática del teólogo Borel se salió.
Don Bosco le acompañó amablemente hasta la puerta
y le dijo:
-Otro día ven sin prisas que te obliguen a
acudir a otra parte, y así podrás estar
tranquilamente con nosotros toda la tarde.
(**Es2.425**))
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