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CAPITULO LVII
LA MARQUESA BAROLO DE NUEVO -SU EJERCICIO DE
PIEDAD APROBADO POR LA SANTA SEDE -EL LIBRO DE DON
BOSCO: DEVOCION A LA MISERICORDIA DE DIOS
APENAS se enteró la marquesa Barolo de la vuelta
de don Bosco a Turín y de que había establecido su
morada en casa Pinardi, compadecida de su extrema
pobreza, intentó todavía una última prueba para
inducirlo a aceptar algún empleo en sus
instituciones. Así pues, llamó a una persona del
Refugio, de su confianza, y le dijo
autoritariamente:
-Vaya a visitar a ese sacerdote que ha llegado
a Valdocco con su madre; ellos dos y sus golfillos
se mueren de hambre. Convénzale a doblegarse a mi
querer; dígale que su obstinación es irracional; y
si no cede, repítale que no venga jamás a verme,
porque le daré con la puerta en la cara.
Don Bosco, que tenía y tuvo simepre en gran
estima a la caritativa señora, no se doblegó y
sonrió ante una amenaza que no se cumpliría. En
efecto, siempre que iba a visitarla en su palacio
era recibido con muestras del mayor respeto; pero
nada pedía y nada recibía. Con todo, no dejaba de
ir a predicar ((**It2.547**)) y
confesar de vez en cuando en el Refugio y de
prestarse en cuanto podía al servicio de sus
Instituciones que cada día adquirían mayor fama e
importancia, pues el Gobierno había aprobado en
julio el Instituto de las Hermanas de Santa Ana.
Aquel año se promulgaron algunos decretos y
reglamentos para las escuelas femeninas y se
proponía imponerlos también en las escuelas
dirigidas por monjas de clausura, a las cuales
hasta entonces, se les reconocía como exentas de
las injerencias del Gobierno. Los obispos
presentaron sus reclamaciones al Rey, el cual las
acogió benévolamente, declarando que los decretos
no afectaban a las escuelas e internados
establecidos dentro de tales monasterios. Pero sí
se
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