((**Es2.399**)
atentamente sus palabras: cuando hablaba don
Bosco, parecía que hablaba el mismo Dios. Este
poderosísimo ascendiente sobre sus discípulos
explica ciertas cosas que, de otro modo, serían
increíbles. Quién no conoce la ligereza de los
muchachos y su inconstancia en los buenos
própositos? La novedad, la curiosidad, los
impulsos a hacer cualquier sacrificio; pero, cómo
((**It2.533**)) se
explica el estar varias horas en silencio y de
rodillas en el suelo, esperando el turno para
confesarse? Qué fuerza misteriosa atraía a
cientos de niños, acostumbrados a corretear
libremente por plazas y praderas, a la orilla del
río, chicos que no tenían más sentimiento que el
instinto? Qué admirable poder los arrastraba de
todas partes en derredor de un pobre sacerdote?
Qué premio, qué triunfo esperaban al seguirle,
cuando se veía obligado a trasladar sus tiendas de
una a otra parte, de una casa a otra, a un prado
al aire libre, y ellos cada vez más numerosos y
satisfechos?
>>De dónde procedía tanta devoción y tanta
constancia? íEra la palabra de don Bosco!
Arrebataba los corazones, los elevaba al cielo y
ejercía sobre los oyentes una suave e inexplicable
fascinación que todos hemos experimentado: bastaba
una sola mirada suya, una sonrisa, para animar al
peor dispuesto, disipar como por encanto su
tristeza y hacer agradable y hermoso el lugar más
repulsivo. Don Bosco era escuchado con avidez,
porque sabía infundir en los demás su amor y su
fe: y la fe de don Bosco era precisamente aquélla
que es capaz de trasladar montañas>>.
Pero si eran hermosos los triunfos de su
caridad, hay que decir que su posición material,
al comienzo de la estación invernal, era
verdaderamente crítica.
Como ya no pertenecía al Instituto de la
Marquesa Barolo, no recibía estipendio alguno,
cuando todo eran gastos. Necesitaba medios para
subsistir, necesitaba dinero para los nuevos y
costosos alquileres que tenía proyectado, para
reparar las viejas tapias de la cerca y levantar
otra nueva, había que proveer a menudo de ropa y
comida a los pobres muchachos que pasaban hambre y
frío. En efecto, eran muchos los chavales que a
diario se presentaban a la puerta pidiendo pan,
calzado, ((**It2.534**)) ropa,
camisa, sin lo cual no podían ir al trabajo; y
tanto él como la buena Margarita no podían
resignarse a mandarlos fuera sin socorro. Por
esto, al cabo de unas semanas, se acabaron las
pocas provisiones mandadas traer de I Becchi y las
prendas de ropa que habían traído consigo. Cómo
seguir adelante? Cómo sostener una obra cada día
más difícil? Cierto que, al correrse la voz de la
vuelta de don Bosco, algún bienhechor le había
mandado
(**Es2.399**))
<Anterior: 2. 398><Siguiente: 2. 400>