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tenemos; pero quédese aquí y no nos prive a
nosotras y a nuestros hijos de tanto bien como nos
está haciendo.
Al ver que sus ruegos e insistencias eran
inútiles, ya que don Bosco no buscaba nunca su
propio interés y comodidad, sino la voluntad y los
intereses de Jesucristo, algunas de aquellas
mujeres y sus hijos rompieron a llorar a lágrima
viva, hasta hacer perder la serenidad a don Bosco.
Entretanto, mientras mandaba a Turín algunas
provisiones de legumbres, trigo y maíz, y se
arreglaban las cosas de casa, llegó el martes, día
3 de noviembre de 1846, fijado para la partida.
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