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((**Es2.388**) y angustiado. Quién le sacaría de sus dudas? Quién le allanaría el camino para ir y establecerse en Valdocco?. En todos los acontecimientos, más o menos arriesgados de la pobre humanidad y la salvación de las almas siempre anduvo la mujer. No es éste el caso de recordar las grandes heroínas, que por voluntad de Dios, tomaron parte en el Antiguo y en el Nuevo Testamento en la realización de hechos grandiosos; pero, como para nosotros y para la juventud en general ((**It2.518**)) el asentamiento del Oratorio de San Francisco de Sales fue un acontecimiento de tanta importancia, creemos oportuno hacer notar que fue también disposición divina que las mujeres tuvieran en ello una parte singular. Tuvieron parte las madres que enviaron al Oratorio, con solicitud y diligencia, a sus propios hijos; tuvieron parte las señoras que ayudaron con sus limosnas y regalos al sostenimiento de esta obra; tuvieron parte las religiosas que trabajaron hasta de noche en favor de los muchachos allí recogidos. Pero, entre todas, hay una mujer que tuvo el papel principal en la obra; mujer que enarboló la primera el estandarte de la caridad en favor de los muchachos pobres y abandonados, que con razón la llamaron madre; mujer que, en esta empresa, se puso a la cabeza de una hilera de mujeres sin fin, que caminaron, caminan y caminarán sobre sus huellas hasta el fin de los siglos. Esta mujer es Margarita Occhiena, viuda de Bosco, y madre de nuestro inolvidable padre. Ella sería el ama buena para gobernar la casa, con fuerzas para atender a los cuidados materiales que don Bosco no hubiera podido tomar sobre sí, la estimada de todos por la fama de su gran piedad y su cariño que ganaba las voluntades. Sería además, por su excelente prudencia, una ayuda fiel y preciosa de su hijo para asistir a los jóvenes. Don Bosco, pues, tras pensar y repensar cómo salir de aquellas dificultades, fue a hablar de ello con el párroco de Castelnuovo, y le expuso su necesidad y sus temores. -íTienes a tu madre!, le respondió el párroco, sin dudar un momento: que vaya contigo a Turín. Don Bosco, que había previsto la respuesta, quiso hacer algunas observaciones, pero don Cinzano repitió: -Llévate contigo ((**It2.519**)) a tu madre. No hallarás una persona más a propósito para tu caso. Estáte tranquilo; ítendrás un ángel a tu lado! Realmente, Margarita era un ángel en la tierra. Bajo su aspecto de sencillez y amabilidad, se escondía una alma apasionada por la (**Es2.388**))
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