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y angustiado. Quién le sacaría de sus dudas?
Quién le allanaría el camino para ir y
establecerse en Valdocco?.
En todos los acontecimientos, más o menos
arriesgados de la pobre humanidad y la salvación
de las almas siempre anduvo la mujer. No es éste
el caso de recordar las grandes heroínas, que por
voluntad de Dios, tomaron parte en el Antiguo y en
el Nuevo Testamento en la realización de hechos
grandiosos; pero, como para nosotros y para la
juventud en general ((**It2.518**)) el
asentamiento del Oratorio de San Francisco de
Sales fue un acontecimiento de tanta importancia,
creemos oportuno hacer notar que fue
también disposición divina que las mujeres
tuvieran en ello una parte singular. Tuvieron
parte las madres que enviaron al Oratorio, con
solicitud y diligencia, a sus propios hijos;
tuvieron parte las señoras que ayudaron con sus
limosnas y regalos al sostenimiento de esta obra;
tuvieron parte las religiosas que trabajaron hasta
de noche en favor de los muchachos allí recogidos.
Pero, entre todas, hay una mujer que tuvo el papel
principal en la obra; mujer que enarboló la
primera el estandarte de la caridad en favor de
los muchachos pobres y abandonados, que con razón
la llamaron madre; mujer que, en esta empresa, se
puso a la cabeza de una hilera de mujeres sin fin,
que caminaron, caminan y caminarán sobre sus
huellas hasta el fin de los siglos. Esta mujer es
Margarita Occhiena, viuda de Bosco, y madre de
nuestro inolvidable padre.
Ella sería el ama buena para gobernar la casa,
con fuerzas para atender a los cuidados materiales
que don Bosco no hubiera podido tomar sobre sí, la
estimada de todos por la fama de su gran piedad y
su cariño que ganaba las voluntades. Sería
además, por su excelente prudencia, una ayuda fiel
y preciosa de su hijo para asistir a los jóvenes.
Don Bosco, pues, tras pensar y repensar cómo
salir de aquellas dificultades, fue a hablar de
ello con el párroco de Castelnuovo, y le expuso su
necesidad y sus temores.
-íTienes a tu madre!, le respondió el párroco,
sin dudar un momento: que vaya contigo a Turín.
Don Bosco, que había previsto la respuesta,
quiso hacer algunas observaciones, pero don
Cinzano repitió:
-Llévate contigo ((**It2.519**)) a tu
madre. No hallarás una persona más a propósito
para tu caso. Estáte tranquilo; ítendrás un ángel
a tu lado!
Realmente, Margarita era un ángel en la tierra.
Bajo su aspecto de sencillez y amabilidad, se
escondía una alma apasionada por la
(**Es2.388**))
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