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una repugnancia indecible a seguir aquellos
consejos. Por eso, lo mismo de palabra que por
escrito, agradecía a los amigos su buena voluntad
y respondía con San Pablo: <>1.
En vista de esta resolución y pareciendo
descubrir en ella una disposición del Cielo, don
Cafasso, entre otros, y monseñor Fransoni
accedieron a que volviera al Oratorio, pero
recomendándole que, por algún tiempo, se limitara
a dejarse ver por los jóvenes, dirigir y
aconsejar, absteniéndose absolutamente de
confesar, predicar, dar clase, catecismo y cosas
parecidas. Don Bosco prometió pero después... le
veremos haciendo lo mismo que antes. Hablando de
esto en una ocasión, le oímos ((**It2.517**)) decir:
<>Volví, por tanto, a mis ocupaciones
ordinarias y ya han pasado más de veinticinco años
sin haber necesitado médicos ni medicinas. Esto
me ha convencido de que el trabajo bien ordenado
no daña a la salud corporal>>.
El hecho es verdadero, pero la causa principal
fue su heroísmo sacerdotal.
Vencidas las dificultades que le ponían sus
demasiado temerosos amigos, había que superar otra
mucho mayor. Al volver de Turín, don Bosco debía
establecer su morada en Valdocco junto al Oratorio
y conocía los peligros para habitar en aquel
lugar, a causa de la taberna de la Jardinera, y de
ciertos vecinos y vecinas de vida airada.
Como no podía contar en su nueva residencia con
el servicio que le prestaba el Instituto de la
marquesa Barolo, necesitaba una persona en casa;
pero, por los motivos señalados, no se atrevía a
buscarla, por miedo a exponerla a peligros fáciles
de imaginar. Estaba preocupado
1 Todo este pasaje que el autor cita como de
San Pablo, parece corresponderse con el texto del
Cap. XX, 24 de los Hechos. Pero no lo sigue a la
letra, ni tampoco hace la llamada correspondiente
en su pág. 516. (N. del T.)
(**Es2.387**))
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