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Solamente en una cosa no podía don Bosco
permanecer indiferente: en los peligros y en la
pérdida de las almas, y a la vista de las ofensas
hechas contra Dios.
Por aquellos días, nos contaba José Buzzetti,
tuvo don Bosco un sueño que le ocasionó mucho
pesar. Vio a dos muchachos ( y los conoció) que
salían de Turín camino de I Becchi; pero al llegar
al puente del Po, se arrojó sobre ellos una bestia
enorme de formas espantosas. Esta, después de
haberlos embadurnado con su baba, los arrojó al
suelo, envolviéndolos durante largo tiempo en el
barro, de modo que quedaron tan sucios que daban
asco. Don Bosco contó el sueño a algunos de los
que estaban con él, diciendo el nombre de los
muchachos con quienes había soñado: los sucesos
demostraron que aquello no había sido una pura
fantasía, ya que los dos desgraciados, después de
abandonar el Oratorio, se entregaron a toda suerte
de vicios.
Mientras tanto, se recuperaba su salud y hacía
de cuando en cuando largos paseos a pie, que le
favorecían enormemente. En balde había pedido
((**It2.512**)) al
teólogo Borel el añalejo de la diócesis, puesto
que los médicos persistían en que no cansara su
cabeza y su estómago con el rezo del oficio
divino. El, sin embargo, para satisfacer su
devoción, no dejó nunca de recitar alguna parte, y
pronto pudo satisfacer, por entero, su obligación.
Como agradecido discípulo que era, fue a
Ponzano para pasar algunos días en la grata
amistad de su primer maestro don Lacqua.
Aprovechó para visitar también al señor Moioglio,
que en otra ocasión, como ya hemos narrado, le
hospedó en su casa una noche de tempestad. Desde
aquí escribió al teólogo Borel y por su carta,
jovial como todas las suyas, deducimos su deseo de
organizar cada vez mejor el Oratorio, atesorando
las observaciones del Teólogo y su solicitud por
asegurar un feliz porvenir a alguno de sus
muchachos. El comienzo de esta carta hace suponer
que es continuación de otra expedida con
anterioridad, que no ha llegado hasta nosotros.
<>Cuando yo era chiquito me contaron algunas
historietas que, con el andar del tiempo, las
creía fábulas. Pero ahora veo, por mis propios
ojos, que eran cosas bien ciertas.
>>Imagínese ver un grupo de colinas altas, sí,
pero que tengan en medio un monte que las
sobrepase. Después de subir estas colinas,
(**Es2.383**))
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