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para celebrar la misa solemne: como no podía
aceptar la invitación, escribió al teólogo Borel:
<>. Don Bosco había
querido con esta invitación tributar el debido
homenaje a la autoridad de su párroco.
Después de la fiesta de San Luis se celebró la
de San Juan Bautista. Don Bosco llevaba el nombre
de Juan por San Juan, apóstol; pero, como quiera
que en Turín era muy popular la fiesta de San Juan
Bautista y se solemnizaba con grandes luminarias y
descargas de fusilería por las tropas
acuarteladas, los muchachos, persuadidos de que
era su día onomástico, empezaron a cantarle,
aplaudirle y llevarle ramilletes de flores en este
día. Don Bosco les dejó hacer, y así se continuó
((**It2.492**)) durante
toda su vida. Las dos fiestas resultaron en verdad
hermosas, de acuerdo con los deseos del corazón de
don Bosco, es decir, con un gran número de
comuniones. A todos los muchachos les regaló un
ejemplar de su librito <>. Según las notas del teólogo Borel,
llegaron a seiscientos cincuenta.
Don Bosco encontraba tiempo para todo, pero las
fuerzas del hombre, tienen un límite. Un domingo,
después del agotador trabajo del Oratorio, llegó a
su habitación en el Refugio, se desmayó y tuvo,
por fuerza, que meterse en cama. Su mal degeneró
enseguida en bronquitis, con tos violenta y grave
inflamación. En ocho días el pobre don Bosco quedó
reducido a los extremos. Se confesó. Y como era
día festivo, el teólogo Borel fue al Oratorio y
llamó a varios jóvenes para que le acompañaran a
llevar el Viático a don Bosco desde la capilla del
Hospitalillo. Los pobres muchachos, con el cirio
en sus manos, lloraban inconsolables. Don Bosco
estaba resignado y tranquilo; no aguardaba sino a
que sonara su última hora. Se avisó enseguida a su
madre, la cual corrió a Turín para asistirlo,
juntamente con su hijo José. Parecía que no había
esperanzas, por lo que se le administró la
Extremaunción. El teólogo Borel, que permanecía a
su lado amorosamente, creía que lo perdía para
siempre y lloraba a lágrima viva. Disponía,
entretanto, que se rezara en los Institutos de la
marquesa Barolo, en diversas instituciones de la
ciudad y en el Oratorio festivo.
Don Bosco dejó escrito, refiriéndose a esta
enfermedad: <(**Es2.369**))
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