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CAPITULO LII
AMOR A LA IGLESITA DE VALDOCCO -LAS FIESTAS DE SAN
LUIS Y SAN JUAN BAUTISTA -ENFERMEDAD MORTAL -AMOR
DE LOS MUCHACHOS A DON BOSCO -CURACION -FIESTA
CORDIALISIMA
LA actividad de don Bosco parecía inacabable. No
descansaba un instante; cuando parecía que su
cuerpo cesaba en el trabajo, era mayor la
actividad de las facultades de su alma, que
siempre planeaba la ejecución de nuevas obras
buenas. No se tomaba más desahogo que el adorno de
su pequeña iglesia. Por las memorias que dejó
escritas el teólogo Borel sabemos las industrias
de don Bosco para adornar el altar de madera,
transportado desde la capilla del Hospitalillo: le
puso frontal nuevo, colocó floreros, una hermosa
lámpara de cristal y unas cortinillas rojas en los
ventanucos. Mandó hacer veinticuatro bancos y dos
reclinatorios, y otros dos bancos más para la
sacristía, y todo cuanto se necesitaba para el
mayor decoro de la celebración de la santa misa y
la bendición con el Santísimo. Además, para animar
a los muchachos a acudir a las sagradas funciones,
les regalaba generosamente medallas, crucifijos,
rosarios, estampas, devocionarios y sobre todo
catecismos.
((**It2.491**)) Los
muchachos correspondían a su esfuerzo: a
centenares acudían a confesarse con él, que,
serena y amablemente, los escuchaba durante horas
y horas. La gente, que los conocía de antes, se
maravillaba al ver el cambio de conducta y que, al
poco tiempo, se volvían ejemplares, honestos y
piadosos obreros. Daban muestras de su fe. Si
caían enfermos querían a su cabecera a don Bosco,
para que les animase en sus últimos momentos. A su
ejemplo, otras personas por él desconocidas hacían
lo mismo y le obligaban a ir con frecuencia al
centro de la ciudad.
Se celebró entretanto la fiesta de San Luis.
Pero íqué diferencia con la de San Francisco de
Sales de aquel año! Don Gattino, párroco de Borgo
Dora, en cuya demarcación estaba el Oratorio, fue
invitado
(**Es2.368**))
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