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((**Es2.356**) honor del reino; y Roberto de Azeglio le preparó una gran demostración de festejo popular, que debía celebrarse al grito de viva el Rey de Italia, el día en que acostumbraba pasar revista a las tropas; pero Carlos Alberto, avisado de ello, no salió de palacio para no precipitar los acontecimientos. Frustrada esta estratagema, se formó una sociedad vinícola para el comercio, y se publicó el correspondiente manifiesto; tras esto, se tributaron loas al Rey, poemas, festejos y congresos científicos, que debían servir para entendimientos políticos. Lorenzo Valerio llegó a decir en una asamblea agraria, celebrada en Mortara, que Carlos Alberto arrojaría de Italia a los extranjeros, si los acontecimientos le favorecían. En medio de esta agitación apareció un libro, de ciento cincuenta páginas, titulado El enólogo italiano, original de don Bosco, del que no hemos podido encontrar ningún ejemplar, a pesar de muchas indagaciones. En este libro, después de referirse al cultivo de la vid, a la instalación de una buena bodega, a la preparación de toneles, botas y demás recipientes para el vino, enseñaba las diversas maneras de fabricarlo, trasvasarlo, conservarlo, impidiendo se avinagrara o tomara mal gusto, con lo que muchas veces pobres familias veían inutilizados sus trabajos y perdidos los intereses de un año entero. ((**It2.474**)) Don Bosco había empezado este libro a fines de 1844, casi por distracción, según él dijo, y preocupado sobre todo del bienestar material de sus paisanos. Pero don Bosco nunca obraba al acaso, ni fuera de ocasión. Parece que su primer tratado le resultó demasiado conciso, y ahora lo ampliaba con más detalles. Lo imprimió, lo difundió por millares de ejemplares entre los campesinos y lo regaló a párrocos, médicos y alcaldes conocidos. Los entregaba personalmente en Turín a algunos de los que se proclamaban paladines de las libertades populares, y no dejaba de regalárselo a ciertos elementos influyentes en los distintos congresos. No entraba en política, pero con este libro hacía suyas las ideas y aspiraciones del pueblo en lo que se refería a su prosperidad. Por doquiera se hablaba del comercio y de los impuestos del vino; de este modo don Bosco se presentaba con el Enólogo tal y como era, un amante de sus conciudadanos, un promotor del progreso y de la civilización y se ganaba la simpatía de muchos, cuyo apoyo le interesaba asegurarse. En medio de estos comienzos de agitación política, don Bosco pensaba siempre en el Papa y hablaba con frecuencia de él a los muchachos de su Oratorio, los cuales, durante el mes de junio de aquel mismo año, tuvieron ocasión de demostrar la veneración y afecto que tenían por la Cabeza visible de la Iglesia de Jesucristo. (**Es2.356**))
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