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((**Es2.351**) Miró la Marquesa la casucha, penetró en aquella especie de cochera, contempló un momento aquel lugar pobre y desacomodado; y, como no sabía nada de la misión celestial de don Bosco, creyó que rehusaba sus generosas ofertas y se metía en un ambiente tan miserable, por capricho y espíritu de contradicción. Avisado don Bosco de su llegada, salió a su encuentro. Apenas le vio la Marquesa, empezó a decirle sin más cumplidos: -Y ahora, qué va usted a hacer aquí, si yo no le ayudo? íNo tiene una perra chica, lo sé!; y a pesar de ello no quiere rendirse a mi proposición? íPeor para usted! íPiénselo bien antes de decidirse: se trata de su porvenir! Era un choque singular el de don Bosco y la Marquesa Barolo. El había aceptado transitoriamente el cargo de capellán y director del Hospitalillo. Ejercía el sagrado ministerio con las muchachas sólo por deber y por motivos de caridad, mientras ((**It2.467**)) que sentía por los muchachos una santa inclinación, inspirada por la gracia de Dios. Por eso, si bien el empleo actual le ofrecía comodidad, honores y ventajas materiales, prefería para sí la pobreza evangélica de su vocación y decía al Señor: Inclina mi corazón hacia tus dictámenes, y no a ganancia injusta 1. Y no le apartaba de su propósito la certeza de perder el favor y la gracia de una persona tan generosa con todas las obras de caridad. Así que, terco en su decisión, se mostraba frío a las insistencias de la noble dama e impasible a sus amonestaciones. Aunque dispuesto, como veremos, a prestar sus servicios en favor de las obras de la Marquesa, jamás se hubiera doblegado a pedirle un socorro, que de algún modo pudiera atarle por gratitud, con perjuicio para su Oratorio. La Marquesa por su parte, obstinada en lo que creía bueno, tampoco podía perdonar a don Bosco, aún apreciando su virtud, que quisiera abandonar sus Institutos. Veía con ello disipado su acariciado proyecto de formar una especie de congregación sacerdotal, a la que confiar sus establecimientos, a fin de que conservaran el espíritu fundacional, ya que ella había intuido en don Bosco las cualidades necesarias para realizarlo, poniéndole a él como director. Por eso, ella, que contaba con el apoyo del Rey y de todas las autoridades, con sus riquezas, con la nobleza de su familia, con la popularidad que le daba su acción benéfica, no podía menos de sentir la invencible resistencia de don Bosco. Sus familiares se dieron cuenta fácilmente de ello, porque confiaba su disgusto a las amistades que acudían a visitarla. De este modo, el asunto fue llegando a 1 Salmo CXVIII, 36. (**Es2.351**))
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