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a su director a la puerta del Refugio y ahora lo
esperan a la puerta del Hospital, no es
conveniente.
>>Sin hablar de lo sucedido en el pasado, en lo
cual está totalmente de acuerdo conmigo el M. Rdo.
Sr. Durando, diré solamente lo que sucedió ayer
mismo. Me avisó la Superiora del Hospital que
entró, con la familia de una enferma, cierta
muchacha de mala vida, salida del Refugio por no
ajustarse a las normas, y que venía con ella la
madre de otra hija del Refugio de la que había
sido separada su hija por consejo del párroco de
la Anunciación. Las dos fueron despedidas por mí.
>>Pocos momentos antes me había encontrado yo a
la puerta del Hospitalillo con un grupo de
muchachos y al preguntarles qué hacían allí, me
respondieron que esperaban a don Bosco. Había
entre ellos algunos bastante mayores. Así que
aquella muchacha de mala vida y la mujer
despachada del Hospitalito, que estaban bastante
enfadadas, pasaron por en medio de estos
muchachos. Y si ésta hubiera dicho algo de su
oficio a los discípulos de don Bosco?
>>Resumiendo: 1§.-Apruebo y alabo la obra de la
instrucción a los muchachos, pero encuentro
expuesta a peligro la reunión a la puerta de mis
establecimientos, dada la clase de personas que en
ellos se encuentran. 2§.-Como creo en conciencia
que el pecho de don Bosco necesita de reposo
absoluto, no seguiré dándole el pequeño
estipendio, que él quiere agradecerme, si no es a
condición de que se aleje de Turín, para evitar la
ocasión de dañar gravemente su salud, por la cual
me intereso mucho, dado lo mucho que le estimo.
>>Yo sé, M. Rdo. Sr. Teólogo, que no andamos de
acuerdo en estos puntos: si no atendiera a la voz
de ((**It2.466**)) mi
conciencia, estaría bien dispuesta, como siempre,
a someterme a su opinión.
>>Repito mi testimonio de inmutable veneración
y profundo respeto con el que tengo el honor de
profesarme.
>>De V. S. Ilma. y Rvdma.
18 de mayo de 1846
Atentísima servidora
COLBERT, MARQUESA BAROLO.>>
Esta carta revela la firmeza, y también la
caridad de su noble corazón. Y por eso no tardó en
ir a visitar a don Bosco un día en que estaba
ocupado con los arreglos del cobertizo convertido
en capilla. Don Bosco no tenía todavía ninguna
habitación de la casa Pinardi, que seguía
alquilada por los inquilinos, cuyo arriendo no
había expirado.
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