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((**Es2.347**) admitir que usted pueda continuar con la dirección de mis Obras y la de los muchachos abandonados, sobre todo habiendo aumentado tanto su número. Le propongo, pues, que haga solamente lo que es de su obligación, esto es, la dirección del Hospitalillo y que cese de ir a las cárceles, al Cottolengo, y sobre todo, que deje a esos muchachos. Qué me dice usted? -Señora Marquesa, Dios me ha ayudado hasta el presente y espero que no dejará de hacerlo en adelante; por consiguiente, no se preocupe de lo que hay que hacer, porque entre el teólogo Borel, don Pacchioti y don Bosco se hará todo a su satisfacción. ((**It2.461**)) -Pero yo no puedo tolerar que usted se mate; tantas y tan diversas ocupaciones, se quiera o no, perjudicarán su salud y la de mis institutos. Además, las voces que corren sobre... sus facultades mentales, me obligan a aconsejarle... -A aconsejarme qué, señora Marquesa? -A que deje usted su Oratorio o mi pequeño Hospital. Piénselo y ya me responderá lo que crea conveniente. -Ya está pensado, puedo responderle ahora mismo: su señoría tiene dinero y medios abundantes y fácilmente encontrará todos los sacerdotes que quiera para dirigir sus institutos. No sucede lo mismo con los pobres muchachos, y por eso no puedo ni debo abandonarlos. Si yo me retirase ahora, se perdería el fruto de muchos años. Así que seguiré haciendo con gusto en el Refugio todo lo que yo pueda, pero dejaré mi ocupación regular en él, para entregarme del todo al cuidado de los muchachos. -Y a dónde irá usted a vivir? Y cómo vivirá usted sin paga? -Iré adonde me llama la divina Providencia. Dios no me abandonó hasta el presente y espero que no me faltará en adelante. -Pero usted arruina su salud; su cabeza no resiste más, necesita reposo. Oiga, pues, mi consejo de madre, don Bosco, y yo seguiré pagándole y hasta le aumentaré el estipendio si quiere; váyase usted a pasar una temporada en cualquier sitio, uno, tres, cinco años, lo que necesite: descanse; y, cuando se haya restablecido, vuelva al Refugio, donde será usted siempre bien recibido. De otro modo usted mismo me coloca en la necesidad de despedirle de mi casa. Si me obliga a dar este paso, usted se engolfará en deudas por culpa de sus muchachos; entonces vendrá ((**It2.462**)) usted a pedirme socorro, y yo, se lo digo desde ahora, no admitiré ninguna de sus demandas. Piénselo seriamente. -Señora Marquesa, lo tengo pensado hace tiempo: mi vida está (**Es2.347**))
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