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((**Es2.34**) gozaba, se complacía de los tiempos pasados, y era para él un recreo mantener viva con ello la curiosidad y alegría de ((**It2.31**)) sus jovencitos. Estas anécdotas les estimulaban al santo temor de Dios en sus juegos, aún armando la mayor algarabía posible, pero conservando la amable inocencia. Don Bosco repetía a menudo: <<íNo digáis que os habéis divertido un día, que deja remordimiento en el corazón y miedo a los juicios de Dios!>>. Así, pues, tomó don Bosco por compañero de viaje a un simpático mozalbete y después de informarse del camino que debía recorrer, salió muy de mañana de Montaldo, donde se había alojado en casa del Párroco. Se detuvieron para comer en casa del párroco de Cocconato, reemprendieron el camino, dejaron atrás Cocconito 1 y, aunque ya era hora avanzada, siguieron hacia Ponzano. Desgraciadamente erraron el camino y se hallaron perdidos en medio de un espeso bosque. Se cerraba la noche, se cubría el cielo de densos nubarrones y parecía inminente una tormenta. Don Bosco y su compañero siguieron todavía por un trecho el sendero, hasta que, cerrada la noche, acabaron por perderlo del todo. Sólo continuos relámpagos, seguidos de truenos espantosos, aclaraban el ambiente. No se veía nada. Para colmo de desdichas, se desencadenó una lluvia espesísima que en seguida los empapó de pies a cabeza: la oscuridad y la espesura de la selva acabaron por imposibilitar la continuación del viaje. Qué hacer? Se sometieron a la dura contrariedad. Se guarecieron en un sitio que les pareció más abrigado, y se sentaron a la espera de que se calmase la furiosa tempestad. La soledad, la oscuridad, los relámpagos, los truenos, el silbido del viento, el chasquido de las ramas que se tronchaban, el lúgubre gemido de algún pájaro que despertaba, infundían espanto. Guardaban silencio. Pero al fin, ante la duración y la furia del temporal, se determinaron a salir de allí como fuera. Dirigió don Bosco una invocación a María Santísima, se levantó y dijo al compañero: -Vamos por este lado; a ((**It2.32**)) algún sitio saldremos. Hiciéronlo así y, a poco de caminar, oyeron el canto de un gallo. Esto los animó en seguir en aquella dirección. A medida que avanzaban, fueron oyendo ladridos de un perro, primero, después maullidos de un gato y finalmente divisaron una luz que indicaba no andaban lejos de un poblado. -íPor fin, un pueblo! -exclamaron con alegría los dos viajeros. 1 Cocconato, es el municipio; Cocconito es un caserío del mismo: ambos pertenecen a la provincia de Asti. (N. del T.).(**Es2.34**))
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