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((**Es2.332**) para convertir en capilla su sotechado, tuvo que excavar un metro de tierra, como ya hemos indicado. La tierra sacada la amontonó al noroeste de la casa, a pocos pasos de la puerta de la capilla, y servía de diversión para los muchachos, que subían y bajaban al montículo como soldados, cuando ganan o pierden una posición estratégica. Hubo alguien que insistió a don Bosco para que se quitase aquel estorbo; pero don Bosco había respondido: -Dejad ese montón de tierra: ya se quitará más tarde cuando se edifique en este mismo lugar una gran capilla. Estaba vivo en su mente el recuerdo del sueño. Ahora bien, a principio del verano, subió don Bosco a aquel montículo, y, cercado de muchos jóvenes, hizo cantar con un aire especial: Se alaben noche y día los nombres de Jesús y de María; y siempre sea alabado el nombre de Jesús, Verbo encarnado. De repente impuso silencio y les dijo: -Queridos hijos míos, escuchad el pensamiento que pasa ahora por mi mente: Vendrá un día en que aquí mismo, en donde ahora nos encontramos, estará ((**It2.440**)) el altar mayor de una iglesia nuestra a la cual vendréis vosotros a comulgar y a cantar las alabanzas del Señor. Cinco años más tarde se comenzaba la iglesia, y el altar mayor coincidía precisamente con el lugar señalado por don Bosco. El arquitecto había trazado el plano sin conocer para nada aquella predicción. (**Es2.332**))
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