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((**Es2.329**) acercaba a un muchacho, y, como quien desea confiarle un secreto, le decía al oído con indecible bondad y dulzura: -Cuándo vas a confesarte? Te espero el sábado por la tarde. Y hacía que el joven se lo prometiera. A otro le preguntaba: -Vas todavía a aquel lugar, con aquel compañero? Me vas a dar el gusto de no volver, verdad? El interesado daba su palabra. Se acercaba a un tercero: -He oído que se te ha escapado una blasfemia; íatento a no decirla nunca más! Y la recomendación no se olvidaba. A un cuarto le espetaba: -Vendrás todos los domingos al Oratorio? Y una sonrisa era la respuesta afirmativa. -Necesitaría que me hicieras un favor, decía a un quinto. Y a un sexto: -Me lo harías? -Con mucho gusto, y qué favor es? -Que el próximo domingo trajeras a tus compañeros a confesar y comulgar contigo. A veces se le escapaba una palabra poco decente a un pilluelo engolfado en el juego, y don Bosco, tomándolo aparte, le decía en voz baja: -Esa palabra disgusta al Señor. De este modo, a uno le recomendaba ser más obediente a sus padres, a otro más diligente en sus deberes, a un tercero que fuera más puntual al catecismo y frecuentara los sacramentos. Y así sucesivamente. Con estas exhortaciones, como confidenciales para cada uno, don Bosco se ganaba una ((**It2.436**)) turba de jovencitos que el sábado y el domingo rodeaban su confesonario y cumplían las prácticas de piedad con devoción edificante, mientras se convertía en dueño de sus corazones, para poderlos dirigir y gobernar a su gusto. Sucedía, sin embargo, a veces, que alguno de los más desgraciados no se rendía tan fácilmente a esas sus amorosas industrias; entonces se agarraba él a otras de mayor eficacia. Recordamos a este propósito un suceso narrado y descrito por el mismo protagonista en estos términos: <<-Tenía yo diecisiete años, hacía algunos meses que frecuentaba el Oratorio, tomaba parte en los recreos, en las diversiones y hasta en las funciones religiosas; más aún, cuando se cantaban los salmos, himnos y cánticos sagrados, yo tomaba parte en ellos con toda mi alma y cantaba con toda mi voz. Pero no me había acercado todavía al sacramento de la confesión. No tenía ningún motivo para (**Es2.329**))
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