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de la Historia Sagrada y de la Historia
Eclesiástica, y siguió haciéndolo así por más de
veinte años. Estas narraciones sencillas y
populares, revestidas con las costumbres de los
diversos tiempos, las circunstancias de lugar y
nombres geográficos, agradaban mucho a los
pequeños y mayores, y hasta a los sacerdotes que a
veces se encontraban presentes; al paso que les
instruía en la religión y en la historia,
aprovechaba la oración para infundir en sus
corazones odio al vicio y amor a la virtud. A la
salida de la iglesia hacían un corto recreo, y
empezaban las clases festivas de lectura y de
canto, ((**It2.434**)) que
duraban hasta mediodía. Así terminaba la mañana.
A la una de la tarde empezaban las diversiones
con las bochas, los zancos, los fusiles, las
espadas de madera, y otros juegos de destreza y de
gimnasia. A las dos y media entraban en la capilla
para el catecismo. La ignorancia de los muchachos,
lejos de desanimar a don Bosco, le estimulaba a
hacerse todo para todos y a multiplicarse, por así
decir, para instruirlos según la necesidad. Al
principio, cuando la mayor parte eran nuevos,
empezaba él en voz alta el Padrenuestro, y casi
ninguno sabía continuar: tenía él que decirlo
todo. Lo mismo sucedía con el Avemaría. No rara
vez le faltaba uno u otro catequista, y a veces
varios a la par; entonces, para no dejar
abandonados a los de aquella sección, recogía él a
todos, o los subdividía entre las distintas
clases, supliendo así la parte de todos. Acabado
el catecismo, se rezaba la tercera parte del
rosario. Más tarde se empezó a cantar el Ave Maris
Stella, posteriormente el Magnificat, luego el
Dixit Dominus, y por fin los demás salmos con sus
antífonas, de modo que, al año, lograron poder
cantar las Vísperas de la Virgen por entero.
Después de estas prácticas había una plática, que
ordinariamente consistía en la narración de un
ejemplo, en el cual se presentaba un vicio a
aborrecer o una virtud a practicar. Todo terminaba
con el canto de las letanías y la bendición del
santísimo sacramento.
Terminadas las funciones de iglesia, empezaba
el tiempo libre: cada cual podía ocuparse a su
gusto. Los que todavía no sabían las oraciones, y
los mayores que aún no habían recibido la primera
comunión tenían aparte clase especial de
catecismo; los dotados de buena voz atendían al
canto ((**It2.435**)) y a la
música: los analfabetos aprendían a leer; y los
demás, que eran la mayoría, saltaban, corrían y
jugaban.
No se crea que el recreo era tiempo de descanso
para don Bosco; puede decirse que era tiempo de
mayor trabajo, eran las horas de sus mayores
redadas. De qué manera? Vigilaba para evitar todo
mal, se
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