Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es2.328**) de la Historia Sagrada y de la Historia Eclesiástica, y siguió haciéndolo así por más de veinte años. Estas narraciones sencillas y populares, revestidas con las costumbres de los diversos tiempos, las circunstancias de lugar y nombres geográficos, agradaban mucho a los pequeños y mayores, y hasta a los sacerdotes que a veces se encontraban presentes; al paso que les instruía en la religión y en la historia, aprovechaba la oración para infundir en sus corazones odio al vicio y amor a la virtud. A la salida de la iglesia hacían un corto recreo, y empezaban las clases festivas de lectura y de canto, ((**It2.434**)) que duraban hasta mediodía. Así terminaba la mañana. A la una de la tarde empezaban las diversiones con las bochas, los zancos, los fusiles, las espadas de madera, y otros juegos de destreza y de gimnasia. A las dos y media entraban en la capilla para el catecismo. La ignorancia de los muchachos, lejos de desanimar a don Bosco, le estimulaba a hacerse todo para todos y a multiplicarse, por así decir, para instruirlos según la necesidad. Al principio, cuando la mayor parte eran nuevos, empezaba él en voz alta el Padrenuestro, y casi ninguno sabía continuar: tenía él que decirlo todo. Lo mismo sucedía con el Avemaría. No rara vez le faltaba uno u otro catequista, y a veces varios a la par; entonces, para no dejar abandonados a los de aquella sección, recogía él a todos, o los subdividía entre las distintas clases, supliendo así la parte de todos. Acabado el catecismo, se rezaba la tercera parte del rosario. Más tarde se empezó a cantar el Ave Maris Stella, posteriormente el Magnificat, luego el Dixit Dominus, y por fin los demás salmos con sus antífonas, de modo que, al año, lograron poder cantar las Vísperas de la Virgen por entero. Después de estas prácticas había una plática, que ordinariamente consistía en la narración de un ejemplo, en el cual se presentaba un vicio a aborrecer o una virtud a practicar. Todo terminaba con el canto de las letanías y la bendición del santísimo sacramento. Terminadas las funciones de iglesia, empezaba el tiempo libre: cada cual podía ocuparse a su gusto. Los que todavía no sabían las oraciones, y los mayores que aún no habían recibido la primera comunión tenían aparte clase especial de catecismo; los dotados de buena voz atendían al canto ((**It2.435**)) y a la música: los analfabetos aprendían a leer; y los demás, que eran la mayoría, saltaban, corrían y jugaban. No se crea que el recreo era tiempo de descanso para don Bosco; puede decirse que era tiempo de mayor trabajo, eran las horas de sus mayores redadas. De qué manera? Vigilaba para evitar todo mal, se (**Es2.328**))
<Anterior: 2. 327><Siguiente: 2. 329>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com