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rentas heredadas de sus padres, guardando para sí
lo puramente necesario. Don Bosco se encontró con
él por vez primera cuando fue a predicar en el
Retiro de las Hijas del Rosario donde era director
espiritual el Teólogo desde hacía muchos años.
Aunque don Vola llevaba a don Bosco dieciocho
años, se entabló enseguida entre esas dos almas
santas una cordial amistad. Don Bosco admiraba en
él su gran tranquilidad y su calma, hijas de su
paz interior; su edificantísima humildad, su celo
prudente, su trato fino, modesto, agradable, sin
sombra de afectación, y sobre todo su espíritu de
sólida piedad y devoción. Y don Vola, que estimaba
a don Bosco por esas mismas dotes, iba de cuando
en cuando a ayudarlo. No podía ocuparse de la
asistencia; pero camino del Buen Pastor, donde era
confesor ordinario, se detenía en el Oratorio, y
cuando faltaba el teólogo Borel, encantaba a los
jóvenes con sus hermosas pláticas, hasta el 1856.
Por estas y otras razones el Oratorio de
Valdocco tomó muy pronto una orientación
consoladora. Don Bosco dejó escrito:
<((**It2.433**)) Por
otra parte se debe añadir que, en medio de aquella
gran ignorancia, admiré siempre un gran respeto a
la Iglesia, a los ministros sagrados, y un gran
interés por aprender los dogmas y los preceptos de
la religión>>.
El horario que entonces se usaba en la
dirección era más o menos el mismo que todavía hoy
se sigue en el Oratorio de San Francisco de Sales
con los muchachos externos, y en todos los demás
que nacieron de él. Vale la pena hacer una breve
reseña para norma común. En los días festivos se
abría muy temprano la iglesia y empezaban las
confesiones, que duraban hasta la hora de misa.
Esta esta fijada para las ocho; mas, para
satisfacer a todos los que deseaban acercarse a
los santos sacramentos, muchas veces se retardaba
hasta las nueve y aún más, porque le tocaba al
pobre don Bosco, como suele decirse, repicar y
andar en procesión. Los sacerdotes que le ayudaban
estaban por la mañana ocupados en sus iglesias.
Durante la misa, alguno de los mayores más
juiciosos asistía a los compañeros, y otro dirigía
las oraciones y la preparación a la santa
comunión. Al terminar el Santo Sacrificio, don
Bosco se quitaba los ornamentos, subía al pequeño
púlpito y les daba una breve plática. Al principio
explicaba el Evangelio; pero después empezó a
narrar hechos
(**Es2.327**))
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