((**Es2.322**)
de un metro de altura. Había servido antes para
taller de un fabricante de sombreros y después de
almacén para unas lavanderas, que hacían allí la
colada, y lavaban la ropa en un canal próximo y la
secaban en un corral adjunto. Don Bosco entró en
él cuidando de no romperse la cabeza. El pavimento
era de tierra; y cuando llovía mucho, se podía
andar en barca. A lo sumo podía servir para
depósito de leña. Estaba, además, lleno de ratas y
garduñas y de nidos de buhos y murciélagos.
-No me sirve, es demasiado bajo, dijo don Bosco
después de haberlo observado detenidamente.
-Lo haré arreglar, añadió amablemente Pinardi;
ahondaré, pondré unos escalones, cambiaré el
pavimento, todo como usted quiera, porque deseo
que establezca aquí su laboratorio.
-Que no es un laboratorio, amigo mío, sino un
Oratorio; es decir, una pequeña iglesia donde
reunir a los jovencitos.
-Con más razón entonces. Yo soy también cantor,
y traeré dos sillas, una para mí y otra para mi
mujer. ((**It2.426**)) Tengo,
además, una lámpara en mi casa, y la pondré aquí
para adorno. íEstupendo!, íUn Oratorio!
Aquel buen hombre parecía delirar de alegría
por tener una iglesia en su casa. Su deseo de
hacer el contrato casi podía igualarse al de don
Bosco. Era disposición de la Providencia.
-Le agradezco, dijo don Bosco, su buena
voluntad y el ofrecimiento que me hace. Si usted
rebaja el pavimento, al menos un pie o algunos
centímetros, acepto. Pero cuánto pide?
-Trescientas liras al año; hay quien me ofrece
más, pero le prefiero a usted, ya que quiere
destinar el local para un fin religioso y para el
bien público.
-Le doy trescientas veinte, con tal de que me
deje también esta faja de terreno para jugar, y me
prometa que el domingo próximo pueda yo traer aquí
a mis muchachos.
-Entendido. Trato hecho. Venga, pues; todo
estará a punto.
Don Bosco ya no buscó más. Loco de alegría
volvió a los jóvenes, los reunió en torno a sí y
en alta voz empezó a gritar:
-íAnimo, amigos míos, alegraos; ya tenemos
Oratorio, con iglesia, sacristía, locales para
clase y terreno para correr y jugar! El domingo ya
iremos. Está allí, en casa Pinardi.
Y señalaba el lugar, que, por estar cerca, se
veía desde el prado. Al oír la noticia, al
principio, unos se quedaron quietos y extrañados,
cómo si no hubiesen entendido; otros llenos de
alegría, no sabiendo cómo expresarla se volvían de
una a otra parte. <(**Es2.322**))
<Anterior: 2. 321><Siguiente: 2. 323>