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((**Es2.320**) Tal vez pueda alguno preguntar: -Pero es que la esperanza, la seguridad del futuro Oratorio le abandonó en aquella ocasión? Estamos persuadidos de que, estando Dios para conceder al Oratorio la gracia singular de una morada finalmente estable y segura, quiso que aquella tarde sintiera su fundador todo el peso del abandono, que quedara como postrado, para que el inminente favor le resultase más grato y como premio de un grave tormento; pues es traza de la divina Providencia que a los beneficios más señalados precedan grandes sacrificios. Pero en aquel estado de opresión don Bosco no podía perder en lo más mínimo su confianza, pudiéndose repetir de él lo que del gran patriarca Abraham escribió San Pablo: Contra spem in spem credidit, ut fieret pater multarum gentium, secundum quod dictum est ei: Esperando contra toda esperanza, ((**It2.423**)) creyó y fue hecho padre de muchas naciones, según le había sido dicho 1. Algunos jóvenes, que en aquellos momentos estaban cerca, le vieron alzar los ojos llorosos al cielo, y le oyeron exclamar: <>. Era una oración de angustia, sí; pero también de esperanza. Y el Dios de bondad, el padre de los huérfanos, no tardó en recoger sus piadosas lágrimas y atender sus amorosos acentos. Apenas don Bosco terminó estas palabras y enjugó sus lágrimas, cuando he aquí que entró en el prado un sujeto, llamado Pancracio Soave, tan tartamudo que para sacarle las palabras de la boca eran necesarios grandes esfuerzos. El buen hombre se acercó a don Bosco y sin más le preguntó: -Es cierto que usted busca sitio para montar un laboratorio? -íNo, respondió don Bosco; un Oratorio! -Yo no sé lo que va de un Oratorio a un laboratorio; lo cierto es que aquí hay un terreno. Venga y véalo usted. Es propiedad del señor Francisco Pinardi, buena persona que quiere arrendarlo. Venga, y hará un buen negocio. La inesperada proposición fue como un rayo de luz entre un denso nublado. En aquel momento precisamente llegaba un fiel amigo de don Bosco, don Pedro Merla, fundador de la piadosa obra conocida por 1 Romanos IV, 18. (**Es2.320**))
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