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Don Cafasso la sostenía con sus limosnas y decía a
don Bosco que, ya que no lograba que los demás
comprendieran sus planes, procurara contemporizar,
no tomando por el momento ninguna determinación y
dejándose llevar por los acontecimientos que
suscitara la Providencia. El teólogo Borel,
siempre bien dispuesto a ayudarle, observaba,
callaba y compadecía al amigo que se consumía con
tanto sufrimiento y tantas noches en vela. Pero
don Bosco quiso sacarlo de su angustia y hacerle
entender que estaba perfectamente cuerdo: así que
le manifestó, bajo el más profundo secreto, que
había tenido en más de una ocasión cierta visión
por parte de Dios y de la Santísima Virgen; y que
en las proximidades de Valdocco tendría su cuna el
Oratorio y una Congregación religiosa que él tenía
intención de fundar.
El teólogo Borel se llenó de alegría con esta
revelación y recordaba y repetía después con
frecuencia estas palabras de don Bosco. Cuando en
1857 vio edificada la primera parte del actual
Oratorio, le decía al clérigo Miguel Rúa:
-Ya en sus predicciones me describió don Bosco
esta casa y su forma, de suerte que he de
reconocer que se ha realizado plenamente el
proyecto de aquellos edificios imaginarios que él
aseguraba entonces haber visto en sueños.
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