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pie a inacabables comentarios, que era lo que don
Bosco deseaba, a fin de que nuestra fantasía
tuviera siempre temas nuevos e inocentes en que
ocuparse con intensidad. No bastaría un libro para
exponer aquel período de la vida del Oratorio. Yo,
continúa el informante, no tengo facilidad para
describir cuanto vieron mis ojos, pero no quiero
dejar de lado un acontecimiento singular.
>>Iba don Bosco con unos veinte muchachos
cantores a Sassi para una fiesta religiosa. Al
llegar al Po tomó la margen derecha para llegar
hasta el puente. Se le acercó una pandilla de
jóvenes barqueros y le invitaron a atravesar el
río en sus barcas. Sus gritos ensordecedores no le
dejaban caminar. Como no pudiera don Bosco
liberarse de su fastidiosa insistencia y, viendo
cerca a un barquero fornido, robusto y de edad, le
hizo señal para que preparase su barca, capaz para
todos. El barquero alejó con amenazas a aquellos
importunos, se acercó a don Bosco y nosotros lo
seguimos bajando hasta ((**It2.389**)) la
orilla. Entonces, aquellos mozalbetes, al ver
frustrada su esperanza de ganar el pasaje, armaron
una batahola infernal, desatándose en insultos
contra el cura. Entre los jóvenes del Oratorio, ya
acomodados en la barca, se colocaron algunos de
aquellos desvergonzados, que miraban a derecha e
izquierda con aire burlón. El barquero, sin
dudarlo un momento y sin cumplidos, agarró a uno
por la camisa, a otro por la espalda y los echó
fuera. Se unieron estos a los compañeros, subieron
al ribazo de la orilla, y, apenas empezó a moverse
la barca agarraron guijarros, de los allí
amontonados para empedrar las calles, y empezaron
a arrojarlos contra la barca que se alejaba. Los
muchachos asustados se apretujaban contra don
Bosco, y algunos lloraban. Ciertamente había mucho
peligro. Silbaban las
piedras, hacían saltar el agua al caer y algunas
chocaban contra los lados de la barca. Don Bosco
decía con toda serenidad a los jóvenes:
>>-Tranquilos y en vuestro sitio: no os tocará
ni una piedra.
>>Y así sucedió con maravilla de los miedosos,
que pronto se encontraron fuera de tiro. Estalló
entonces un estruendo de voces, silbidos y gritos
de aquellos insolentes:
>>-íYa volveréis a la tarde y nos veremos las
caras!
>>La barca atracó junto a Nuestra Señora del
Pilar, y don Bosco fue a Sassi, donde sembró la
alegría entre sus habitantes, con las agradables
voces de su coro. Por la tarde volvieron a pie
hasta el puente del Po. Iban los muchachos en
filas apretadas. Cuando he aquí que llegan al
sitio donde, de acuerdo con la amenaza, les
aguardaban diez o doce mozalbetes barqueros.
Clavaban en ellos los ojos
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