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tiempo, podrán confesarse otro domingo; no
olvidéis que todos los domingos hay comodidad para
ello.
((**It2.387**)) >>Sonó
de nuevo la trompeta y todos, en orden, se
pusieron en marcha. Uno de los mayores empezó el
rezo del rosario y los demás respondían. Era una
caminata de casi tres kilómetros; yo no me atrevía
a juntarme a ellos, pero movido por la curiosidad,
los seguía a cierta distancia y también rezaba. Al
emprender la subida que lleva al Convento,
empezaron las letanías de la Santísima Virgen. Me
agradó sobremanera. Por entre las plantas, los
senderos, los bosquecillos, que cubren la falda
del monte, resonaba el canto y resultaba
verdaderamente romántica nuestra excursión.
>>Se celebró la misa, en la que comulgaron
algunos jóvenes. Después de un corto sermón y la
conveniente acción de gracias, salieron todos al
patio del Convento para desayunar. Como me parecía
no tener derecho a la refección de mis compañeros,
me retiré a un lado para unirme a ellos a la
vuelta. En esto se me acercó don Bosco y me dijo:
>>-Cómo te llamas?
>>-Pablito.
>>-Has desayunado?
>>-No, señor.
>>-Por qué?
>>-Porque no me he confesado ni comulgado.
>>-No hace falta confesarse ni comulgar para
desayunar.
>>-Qué se necesita?
>>-Apetito y ganas.
>>Y diciendo esto, me llevó hasta el cesto y me
dio pan y fruta en abundancia.
>>Cuando bajé del monte, fui a comer, y después
del mediodía volví al prado, donde la mar de
satisfecho, tomé parte en ((**It2.388**)) los
juegos hasta la noche. A partir de entonces, no
dejé durante varios años el Oratorio ni al querido
don Bosco, que tanto bien hizo a mi alma y que
puso a tantos jóvenes por el buen camino. íCuántos
sinsabores sufrió, qué paciencia tenía, qué maña
se daba para devolver a Dios ciertos corazones
soberbios, llenos de malas inclinaciones, groseros
y hasta perversos! Cuando lograba hacerlos buenos,
daba muestras de tanta alegría, que tenía en nada
cuanto había debido soportar, y se animaba a
someterse a trabajos aún más graves.
>>Estuve presente a todas las fiestas y
excursiones, que excitaban en nosotros un
entusiasmo indescriptible. Estas giras,
acompañadas de aventuras casi siempre muy
agradables, y a veces no tanto, daban
(**Es2.293**))
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